E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Es patético romper un propósito de Año Nuevo antes incluso de entrar el Año Nuevo, pero aquí voy. Me había prometido a mí mismo que haría un mejor trabajo a la hora de ignorar los arrebatos corrosivos y sin sentido de Dick Cheney – que los vendría a considerar, más o menos, como las perlas de sabiduría que uno escucha a los sin techo sentados en las paradas de los autobuses.Pero es un ex vicepresidente, lo que le da una gran presencia para su interpretación de Rottweiler histriónico en su salsa. Nunca es buena idea dejar pasar las mentiras y distorsiones diseminadas por doquier. Y la diatriba estridente que Cheney desató el miércoles está tan llena de falsedades absolutas que, bueno, mi propósito tendrá que esperar.

En unas declaraciones al Político, Cheney parecía estar tratando de ofrecer lemas a los detractores de la administración Obama con los que – increíblemente – explotar el ataque terrorista del día de Navidad para obtener réditos políticos. La andanada de Cheney abre con una gran mentira, que luego se repite por todas partes. Es como si creyera que decir algo una y otra vez en voz lo suficientemente alta, por arte de magia, lo convirtiera en verdad.

«A medida que he seguido los acontecimientos de los últimos días, es evidente una vez más que el Presidente Obama está tratando de fingir que no estamos en guerra», empieza Cheney.

Falsedad evidente de principio a fin.

El hecho es que Obama ha dicho muchas veces que estamos en guerra con los terroristas. Lo dijo siendo candidato. Lo dijo en su discurso de investidura: «Nuestra nación está en guerra con una poderosa red de violencia y odio?. Lo ha dicho desde entonces.

Como bien sabe Cheney, a menos que haya perdido hasta el contacto más básico con la realidad, el compromiso de Obama con la guerra como instrumento en la lucha contra el terrorismo no ha traído al presidente sino el rechazo del ala izquierda de su partido, y más en el futuro. ¿Nadie le dijo a Cheney que Obama está aumentando drásticamente el número de tropas en Afganistán en un intento de evitar la derrota en una guerra que empezó la administración Bush, pero que luego prácticamente abandonó?

Cheney lo sabe. Pero se remite a utilizar la gran mentira – que Obama está «tratando de fingir que no estamos en guerra» – para aplastar a la nueva administración en una serie de cuestiones específicas. Esto es lo que me salta a la vista: el presidente, afirma Cheney, «parece pensar que si se cierra Guantánamo y libera al núcleo duro de terroristas entrenados por al-Qaeda que siguen ahí, no vamos a estar en guerra».

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Es interesante que Cheney plantee eso, porque a estas alturas parece claro que el acusado de tratar de volar por los aires el vuelo 253 de Northwest, Omar Faruj Abdulmutalab, se formó – y probablemente la bomba en sí, que consistía en explosivo plástico cosido a su ropa interior — – por al-Qaeda en Yemen. Resulta que al menos dos hombres que fueron liberados de Guantánamo parecen haber pasado a desempeñar un papel importante como lugartenientes de Al-Qaeda en Yemen. ¿Quién liberó a estas personas peligrosas de nuestra custodia? Fueron puestos en libertad por la administración de George W. Bush y Dick Cheney.

El ex vicepresidente expresa su enojo porque la administración Obama procese a Jalid Sheij Mohammed, artífice de los ataques del 11 de septiembre de 2001, por la vía civil en Nueva York. Cheney también está enfadado porque Obama no utiliza la frase «guerra contra el terror» todo el tiempo, al estilo de la administración Bush antes. Sin embargo, Obama sólo especifica que estamos en guerra contra una red de terroristas, con la sensata teoría de que es imposible hacer la guerra a una táctica.

Hacia el final de sus dos párrafos, Cheney descarrila por completo y empieza a despacharse con la forma en que Obama aspira a la «transformación social – la reestructuración de la sociedad estadounidense». De alguna manera, se supone que eso tiene que ver con la supuesta desautorización de la guerra por parte del presidente – que, por supuesto, no es real de todos modos. Hace que te preguntes si Cheney sólo alimenta las fantasías paranoides de la derecha o si realmente se ha unido a los radicales de las protestas fiscales.

No puedo encontrar razones para criticar la respuesta de la administración al ataque del día de Navidad. Obama y su equipo fueron lentos. Sus primeras declaraciones no fueron firmes. Obama no debería haber esperado tres días para pronunciarse, y cuando lo hizo debió haber mostrado alguna emoción.

¿Pero utilizar un ataque terrorista para obtener beneficio político? Tengo un propósito de Año Nuevo que sugerir a Cheney: ponga a su país por delante de su búsqueda personal de reivindicaciones.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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