E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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 Eugene Robinson – Washington. Ha pasado un año desde que una mayoría clara de votantes estadounidenses eligiera a Barack Obama para cambiar el mundo. Que es precisamente lo que está haciendo.

Como muchas personas que desesperadamente quieren ver que el país toma un rumbo más progresista, discuto y tengo mis objeciones a algunas de las acciones del Presidente Obama. Ojalá hubiera sido más inflexible con Wall Street, más rápido en cerrar Guantánamo, más dispuesto a investigar los excesos de la era Bush, más audaz en la búsqueda de una sanidad verdaderamente universal. Me gustaría que pudiera convocar más magia retórica de la que pronunció de manera convincente ante los mejores ángeles de nuestra naturaleza.

Pero es un presidente, no un héroe de acción de Hollywood. La mayor parte de mi frustración es debida realmente al proceso de sacar algo en claro en Washington, que no es algo que Obama pueda cambiar de manera unilateral, eludir con agilidad ni ignorar alegremente. Una cosa que el nuevo gobierno claramente no anticipó fue que los Republicanos del Congreso iban a ser tan constantes y unánimes obstruyendo- ni que habría que introducir entre los Demócratas el concepto ajeno de disciplina de partido. La Casa Blanca tardó demasiado en darse cuenta de que el bipartidismo es un tango y que bailar solo no es lo mismo.

Tome distancia un momento, sin embargo, y vea la trayectoria de Obama hasta el momento. Su mayor logro ha sido impedir que la peor crisis financiera y económica en décadas se convirtiera en otra Gran Depresión. Sí, el paquete de estímulo de 787.000 millones fue desordenado, pero la mayoría de los economistas creen que es absolutamente necesario – y algunos creen que debería haber sido aún mayor. Sí, Obama continuó con la política de Bush de anegar de fondos públicos a las instituciones financieras irresponsables. Sí, el gobierno rescató a la industria del automóvil – y realmente escuchamos al presidente de los Estados Unidos tranquilizando a los estadounidenses diciendo que las garantías de General Motors iban a ser respetadas.

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Sin embargo, éstas y otras acciones convencieron a los mercados financieros de que la Casa Blanca hará cualquier cosa para evitar un colapso total. La economía creció a un ritmo del 3,5 por ciento en el tercer trimestre y, aunque el desempleo aún puede no haber tocado techo, las probabilidades de una recuperación resuelta y bastante rápida han mejorado mucho.

Responder la crisis exigió un enorme déficit fiscal que Obama pasará años tratando de reducir. Pero ni siquiera los economistas más conservadores recomiendan atacar el déficit antes de que la economía se estabilice en una senda de crecimiento. Sólo los demagogos Republicanos creen que es una buena idea.

En materia de seguridad nacional, Obama renunció categóricamente a la tortura – un gran paso hacia la eliminación de la fea mancha que George W. Bush y Dick Cheney dejaron en nuestro honor nacional. Parece como si Obama fuera a olvidar su plazo autoimpuesto para el cierre de la prisión de Guantánamo, pero un retraso de unas semanas o meses valdrá la pena si el gobierno tiene éxito en el desarrollo de un marco jurídico global – en consonancia con nuestros ideales y tradiciones – para llevar a sospechosos de terrorismo ante la justicia.

Obama debería haber apoyado una investigación completa de las violaciones aparentes del Derecho nacional e internacional cometidas durante la era Bush. Y, como mínimo, se debería permitir que la limitada investigación de torturas abierta por el Fiscal General Eric Holder siguiera las pruebas allá donde conduzcan.

Pero al menos la administración está al día en la retirada de las tropas de combate de Irak. No creo que Obama sepa la respuesta correcta en Afganistán; no estoy seguro de que nadie la conozca.

Los meses de Obama en el cargo han estado tan marcados por la acción que es fácil olvidar algunos de los hitos históricos que ha adoptado: Nombramiento de la jueza Sonia Sotomayor, el primer hispano en la Corte Suprema. Ir a Egipto y hablar directamente con el mundo musulmán sobre cooperación en lugar de conflicto. Adoptar el multilateralismo como plantilla de la política exterior norteamericana en el nuevo siglo. Aceptar el consenso científico sobre el cambio climático. Invertir en empleos «verdes» y la reforma de la educación como motores esenciales del desarrollo económico.

Y luego está la reforma de la sanidad. Estoy impaciente con la estrategia de Obama de permitir que el Congreso tome la iniciativa en la redacción de la legislación, pero él nos ha conducido al borde de la reforma verdaderamente significativa mucho más rápido de lo que nadie podría haber imaginado hace un año. Todavía tenemos algunos combates que librar con dos palabras – «pública» y «opción» – pero parece claro que el principio de que toda persona tiene derecho a un seguro de salud, un objetivo del Partido Demócrata por lo menos desde hace seis décadas, está a punto de convertirse en ley.

Todo un récord para 287 días: Todo eso, y un Premio Nobel de la Paz también.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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