E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson -Washington. El imponente escenario del Lincoln Memorial pertenece a todos los estadounidenses — hasta a los locutores radiofónicos egomaníacos que se lucran a lo grande a base de fomentar el miedo, el resentimiento y la indignación. De modo que permítame afirmar claramente que Glenn Beck tiene todo el derecho a mantener su convocatoria absurdamente llamada «Restauración del Honor» el sábado.

Pero el resto de nosotros tenemos todo el derecho a llamar al acto por lo que es: un ejercicio de auto-bombo a una escala napoleónica. Yo casi esperaría que Beck hiciera acto de presencia con el sombrero francés y una mano medio metida en la solapa de la casaca.

Que Beck programe su acto de auto-enaltecimiento en el mismo lugar en que el reverendo Martin Luther King Jr. pronunció su inmortal presentación de «Tengo un sueño» — y en el 47 aniversario de ese histórico discurso – pretende ser, evidentemente, una provocación. No hay necesidad de responder a la provocación, no obstante; la respuesta apropiada es ignorarle. Ningún mercader pomposo podrá nunca llegar a restar importancia a la Marcha sobre Washington de 1963 ni al impacto de las inolvidables palabras de King.

Lincoln y King tendrán siempre su lugar reservado en la historia americana. Los 15 minutos de gloria e influencia de Beck tienen caducidad.

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Lo más ofensivo de la convocatoria es el alarde presuntuoso de Beck de que el acto «recuperará el movimiento de los derechos civiles». Pero esto es sólo un montón de tonterías – demasiado incoherentes para ofender realmente. Beck realiza la falsa aseveración de que la lucha por los derechos civiles pretendía lograr «la igualdad jurídica», no «la justicia social» — en otras palabras, el movimiento no tenía ningún componente económico. Afirma que los izquierdistas de la actualidad, a través de legislaciones como la reforma sanitaria, «pervierten» de alguna manera el sueño de King.

Pero la versión de Beck de la historia es simple y llanamente falsa. El motivo completo de la convocatoria a la que se dirigió King hace 47 años fue «Marcha sobre Washington por el Empleo y la Libertad». Entre sus organizadores se encontraban el sindicalista A. Philip Randolph, fundador del sindicato BSCP de empleados afroamericanos de los coches-cama del ferrocarril y vicepresidente de la federación sindical AFL-CIO, que pronunció un discurso que describía la injusticia «de una sociedad en la que 6 millones de personas blancas y negras están en el paro y millones más viven en condiciones de pobreza».

El Representante John Lewis, D-Ga., encargado por entonces del Comité Coordinador de Protestas Estudiantiles No Violentas, fue el orador más joven de la concentración. «Nos manifestamos hoy por el empleo y la libertad, pero no tenemos nada de lo que enorgullecernos, porque centenares y miles de hermanos nuestros no están aquí – porque no tienen dinero para venir, porque perciben salarios próximos a la inanición», dijo a la multitud. Aludiendo a la legislación de derechos civiles propuesta, Lewis decía, «Necesitamos un anteproyecto que cubra las necesidades de los indigentes y los hambrientos de esta nación. Necesitamos un anteproyecto que garantice la igualdad de una empleada doméstica que gana cinco dólares a la semana trabajando para una familia cuya renta bruta es de 100.000 dólares anuales».

Y desde el principio, el activismo y el liderazgo de King tuvieron por objetivo garantizar no sólo la igualdad jurídica sino también las mismas oportunidades. Cuando fue asesinado en 1968, King estaba inmerso en una Campaña de los Pobres que pretendía mejorar la situación económica de todos los estadounidenses olvidados por la sociedad, con independencia de su raza.

Pero ¿por qué malgasto el aliento? A Glenn Beck no le interesa la historia, y desde luego no está interesado en la verdad. Solo le gusta provocar deflagraciones retóricas para captar la atención – y disparar la audiencia y los oyentes de sus programas de televisión y radio.

Puesto que Beck ha llamado al Presidente Obama «racista» y le acusó de «abrigar un odio arraigado a los blancos», es seguro dar por sentado que algunas personas asistirán a la convocatoria del sábado a causa de la tónica de agravios raciales y el deseo de algún tipo de compensación. Pero muchas asistirán por otras razones, y son las que lamento. Como demuestra claramente el ascenso del movimiento de protesta fiscal, hay millones de estadounidenses que se sienten alienados por su gobierno, inquietos por la economía y temerosos del futuro. Sus inquietudes merecen ser escuchadas. En lugar de eso, los motivos de su temor son explotados por charlatanes que consideran el miedo y la ira herramientas de marketing.

La noche del sábado, cuando el acto haya terminado, el Lincoln Memorial seguirá siendo el lugar donde King pronunció uno de los discursos más memorables del siglo XX. La gente que acuda a la concentración en busca de respuestas se irá sin ellas. Y Glenn Beck seguirá siendo una leyenda en su mundo.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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