E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

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Eugene Robinson – Washington.  La Decimocuarta Enmienda es una espada poderosa, y el magistrado de primera instancia Vaughn Walker se valió de ella el miércoles para desollar y triturar todos los argumentos engañosos — y quiero decir todos ellos — que se utilizan para negar el derecho al matrimonio formal a los gays y las lesbianas estadounidenses. Los prejuicios han sufrido un golpe doloroso.

Walker resolvía que la Propuesta 8 de California, que pretendía prohibir el matrimonio homosexual dentro del estado, vulnera no una sino dos cláusulas de la enmienda — las que amparan la igualdad ante la ley y los derechos del individuo. Al basarse en motivos constitucionales para sustentar el fallo, y al redactar un veredicto tan detallado e integral, Walker pone todos los medios para que la cuestión llegue eventualmente al Tribunal Supremo.

No es irracional que los partidarios del matrimonio homosexual se preocupen por el sentido en que dicte sentencia finalmente la instancia judicial, teniendo en cuenta sus recientes precedentes de activismo conservador. Pero el fallo de Walker no será fácil de echar abajo. En la sala, el bando que perdió el caso presentaba una argumentación sorprendentemente débil. En contraste, el equipo de la defensa –encabezado por dos superletrados de extremos contrarios del espectro político, el conservador Ted Olson y el progresista David Boies — ofreció testigos y argumentos que cubrieron cada razonamiento concebible.

«La Propuesta 8 no apoya ningún sustento racional al negar una licencia matrimonial exclusivamente a los varones y las mujeres homosexuales», resolvía Walker. «En la práctica, las pruebas han demostrado que la Propuesta 8 no hace sino venerar la noción contenida en la Constitución de California de que las parejas de sexos diferentes son superiores a las
parejas del mismo sexo. Dado que California no saca ningún provecho de la discriminación de los varones y las mujeres homosexuales, y dado que la Propuesta 8 impide que California cumpla con su obligación constitucional de registrar los matrimonios de forma equiparable, el tribunal falla que la Propuesta 8 es inconstitucional».

Es el tipo de formulación digna de llamarse «contundente».

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Los magistrados federales odian que la prensa se detenga en el presidente que les eligió, porque rechazan la noción de que ser designado por un Republicano o un Demócrata tiene algún impacto sobre la forma en que interpretan la ley y dictan sentencia. Pero en este caso, que parece probable que se considere histórico, hay que destacar que Walker no es ningún progresista con credenciales. Conocido como magistrado conservador con un matiz izquierdista, Walker fue el primer juez en ser nominado al estrado federal por Ronald Reagan en 1987. Su nombramiento quedó atascado en el Comité Judicial del Senado, sin embargo, porque un grupo de Demócratas de la Cámara — encabezados por Nancy Pelosi — afirmaba que él
era insensible con los homosexuales y los pobres. George Bush padre renovó la candidatura de Walker en 1989 y logró que saliera adelante.

También hay que destacar que tanto el San Francisco Chronicle como Los Angeles Times han informado de que Walker es homosexual. El magistrado no confirma ni desmiente las informaciones, y el equipo legal que defiende la Propuesta 8 no redundó sobre el tema — quizá porque Walker no lo ha pensado dos veces antes de fallar contra demandantes o demandados homosexuales cuando es lo que ha exigido la ley.

La Decimocuarta Enmienda, aprobada en 1868, se ha utilizado para prohibir a los estados de la antigua Confederación la negación de la ciudadanía a los esclavos liberados; para garantizar que el amparo de la Declaración de Derechos se extiende a toda la nación; y para invalidar las leyes de la era de Jim Crow que promulgaron la segregación racial.

La cláusula que garantiza la igualdad ante la ley fue la base del fallo de 1954 en el caso Brown contra Educación en el que el Supremo prohibió la discriminación en los centros públicos. Walker se valió de la misma cláusula para fallar que «no existe justificación racional» para considerar inferiores las relaciones entre personas del mismo sexo. «La desaprobación moral por sí sola no constituye base adecuada sobre la que negar derechos a los varones y las mujeres homosexuales», resolvía en la
sentencia.

El Tribunal Supremo se valió de la cláusula de los derechos del individuo en su sentencia de 1967 en el caso Loving contra Virginia que tumbó las leyes contra el matrimonio interracial. Walker utilizó el mismo lenguaje para dictar que la Propuesta 8 es inconstitucional porque niega «un derecho fundamental» a ciudadanos concretos sin un motivo legítimo, y no digamos convincente, para hacerlo.

El fallo de un juez de primera instancia no va a cerrar la polémica del matrimonio homosexual. Pero los 136 folios de la sentencia de Walker suponen un formidable referente porque cambian los términos del debate.
Enmarcan el matrimonio homosexual como cuestión relativa a los derechos más básicos y respetados que la Constitución garantiza a todos los estadounidenses. Al hacerlo, abren fuerte la partida del matrimonio homosexual: ¿son ciudadanos de este país los varones y las mujeres homosexuales, o ellos son menos ciudadanos?

Walker se acercó a la portería y realizó el tiro más difícil. Metió un gol.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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