E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

Sobre Robinson

Sus columnas, ahora en radiocable.com

Otros columnistas del WP

 

   

Eugene Robinson-Washington.  El congresista Peter King, secretario del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes estadounidense, está a punto de abrir una vista cuya premisa vulnera los ideales fundacionales de nuestro país y cuyo objetivo son miembros respetuosos con la ley de una minoría religiosa. King ha decidido abrir una investigación al islam.Legislador Republicano de Long Island en su décima legislatura, King no parece tener problema con que las libertades de religión y de asociación estén amparadas por la Constitución. Su ejercicio público de islamofobia, previsto el martes, no puede causar ningún bien — y provocar mucho mal.

El objetivo legítimo al oído de este ejercicio, explicaba King el domingo en CNN, es investigar «la auto-radicalización que está teniendo lugar el seno de la comunidad musulmana» y la amenaza del terrorismo islámico nacional. ¿Quién no quiere sacar a la luz células durmientes de al-Qaeda? ¿Quién no quiere hacer todo lo buenamente posible — y legal — por impedir atentados terroristas?

Pero King afirma además que los musulmanes estadounidenses han fracasado a la hora de demostrar «la suficiente cooperación» con las fuerzas del orden desarticulando conspiraciones terroristas potenciales. Con este libelo, King arroja dudas sobre la lealtad de millones de estadounidenses a causa únicamente de su religión. Esto es persecución religiosa — y es antiamericana y es errónea.

King dice que sólo quiere extirpar a potenciales terroristas y que no guarda ninguna animadversión contra la gran mayoría de musulmanes estadounidenses. Pero en una ocasión denunció que «desafortunadamente, tenemos demasiadas mezquitas en este país», y en otra ocasión ofrecía la absurda opinión de que «del 80 al 85% de las mezquitas de este país están controladas por fundamentalistas islámicos». Su afirmación de estar libre de prejuicios contra los musulmanes carece de credibilidad.

La ironía reside en que sería perfectamente oportuno por parte de King y su comité investigar cualquier fuente potencial de terrorismo nacional, con hincapié en cualquier fuente. Antes del 11 de Septiembre, parece olvidar la gente, el acto de terrorismo más mortal con diferencia cometido en suelo estadounidense había sido perpetrado por un perdedor de extrema derecha llamado Timothy McVeigh – que, casualmente, no era un fiel del islam. Durante más de un siglo, la organización terrorista más violenta e implacable del país fue el Ku Klux Klan. Los colectivos de control como el Southern Poverty Law Center estarán encantados de compartir con King la voluminosa información relativa a grupos de milicianos fuertemente armados que se dejan ver por los bosques, entrenándose para algún apocalipsis imaginario.

Pero el hecho es que las atrocidades del 11 de Septiembre fueron cometidas realmente por caballeros que practicaban una versión del islam — una versión que la gran mayoría de los 1.200 millones de musulmanes del mundo rechazan por deformada y blasfema. También es cierto que al-Qaeda y sus satélites siguen preparando atentados contra Estados Unidos y Occidente, y que la ideología yihadista es un arma mortal.

Ciertos conservadores exponen un argumento sincero en favor del fichado étnico y religioso como herramienta antiterrorista. Se quejan de que no seleccionar a los musulmanes para un examen más pormenorizado no es sino corrección política.

Estos «realistas» autoproclamados fomentan los miedos irracionales en la medida en que ignoran los racionales. King no ofrece ninguna prueba de su insinuación de que los musulmanes estadounidenses están prestando apoyo y soporte a los terroristas; por el contrario, los religiosos y los fieles musulmanes de este país han sido abiertos en su rechazo a la violencia y la retórica yihadistas. Y a menos que King crea que los musulmanes son clarividentes, ¿por qué espera que se identifiquen menos que los cristianos, los judíos o cualquier otro con solitarios armados o terroristas cuyo tormento privado se vuelve evidente sólo tras cometer sus actos?

Las vistas legislativas de Interior que se centran exclusivamente en los musulmanes estadounidenses sólo sirven para amplificar los rumores de islamofobia que parecen más fuertes y más dementes cada día que pasa.

Mala es la ridícula polémica en torno al centro comunitario musulmán propuesto en el Bajo Manhattan que se hizo famoso como «la Mezquita de la Zona Cero». Este episodio enseñó a los musulmanes estadounidenses que ni siquiera un religioso de referencia, dedicado concretamente a construir una institución de diálogo y entendimiento interreligioso, es bienvenido a disfrutar el amparo de la nación a la libertad religiosa.

Peor es todo el desagradable ruido — no llega a debate — acerca de la supuesta invasión de la ley islámica. Como amenaza al estilo de vida estadounidense, las posibilidades de que nuestro sistema jurídico sea tomado por «la siniestra» sharia son menores que la probabilidad de que Godzilla salga de las aguas del puerto de Nueva York. Pero las legislaturas de los estados están adoptando legislaciones reales para blindarse contra la amenaza islámica imaginaria.

La narrativa que utiliza Al-Qaeda para reclutar a los suicidas es que Occidente y Estados Unidos no están combatiendo al terrorismo, sino tratando de destruir el islam. Peter King, con sus vistas de mala nota, está a punto de hacer más difícil de refutar la gran mentira yihadista.

© 2011, The Washington Post Writers Group

Print Friendly, PDF & Email