E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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[Washington Post – Radiocable.com] «El congresista Anthony Weiner estaría teniendo una semana muchísimo mejor si pudiera demostrar, más allá de la duda razonable, que lleva calzoncillos de los de toda la vida o los clásicos ajustados.

En política, es una regla casi inmutable que si la gente está hablando de tu ropa interior, es que tienes un problema. Weiner, Demócrata liberal que representa a distritos de Brooklyn y Queens, seguramente lo sabe. Pero no parece captar la otra norma de cómo se debe intentar por lo menos impedir que un problema se convierta en crisis.

Permítame añadir que voy a tratar de llegar al final de esta columna con tan pocos chistes fáciles de doble sentido como sea posible. No voy a hacer bromas, por ejemplo, con el apellido del congresista.

De manera que éstos son los hechos: el pasado fin de semana, el portal conservador BigGovernment informó que alguien que estaba utilizando la cuenta de Weiner en la red social Twitter había enviado un mensaje que constaba de una fotografía de, digamos, las partes pudendas de un caballero. El ángulo desde el que se tomó la foto sugiere que se trata de un autorretrato. El caballero lleva un par de esos calzoncillos tipo bóxer.

La imagen iba dirigida a una estudiante de 21 años de la zona de Seattle que es una de los más de 54.000 «seguidores» que tiene Weiner en Twitter. Días más tarde, la mujer escribía en el New York Daily News que nunca se había encontrado con Weiner, y que mucho menos había mantenido «intercambios inapropiados» con él. Pero esta aclaración llegó demasiado tarde para salvar a Weiner de sí mismo, y ahora la cuestión ha pasado a la categoría de credibilidad.

La respuesta de Weiner consistió en afirmar que su cuenta en Twitter había sido pirateada de alguna forma por alguien deseoso de «hacer una travesura» o llevar a cabo «un timo». Pero no dijo que la entrepierna de la fotografía fuera de otra persona.

El largo puente dio a Weiner un respiro, pero también dio tiempo a la noticia — y a su negativa nada férrea – para reposar. Cuando todo hijo de vecino volvió al trabajo, los periodistas empezaron a hacer preguntas sencillas de seguimiento, como: «Entonces era la entrepierna de otra persona, ¿no?» Podría haber sido una noticia pasajera, un episodio sin importancia — la imagen, aunque sugerente, no retrata nada que no se vea en una playa en la que haya caballeros en bañador de competición. Pero las cambiantes, complicadas y refinadamente medidas explicaciones de Weiner convirtieron esto en una sensación.

?l insistía en que otra persona habría enviado la fotografía. Pero cuando fue preguntado si se había puesto contacto con las autoridades para abrir una investigación del pirateo de su cuenta en Twitter, Weiner respondió que no. La policía tenía cosas más importantes que hacer que ocuparse del asunto, dijo él, de forma que iba a abrir su propia investigación con la ayuda de un despacho privado de detectives.

Vale. Entonces, ¿no reviste ningún interés público rastrear a alguien que sabe piratear las cuentas privadas en la red de congresistas en ejercicio? ¿Muchos de los cuales quieren una intervención del FBI cada vez que alguien les corta el paso conduciendo?

Y la maniobra del voy-a-abrir-mi-propia-investigación nunca es buena señal.

Weiner mantuvo un tenso intercambio con la prensa acreditada en el Capitolio durante el cual acabó por afirmar: «No voy a hacer más declaraciones sobre este tema». Como era de esperar, ese voto de silencio duró unas pocas horas. Cuando Luke Russert preguntó en la NBC quién era el de la fotografía, Weiner respondió: «No sé decir con seguridad» si se trata de otra persona.

Dijo a la periodista Rachel Maddow que «las cosas se manipulan… puede que empezara haciendo una fotografía mía» que fue «sacada de contexto». Al periodista de CNN Wolf Blitzer le dijo: «Desconozco las fotografías mías que habrá circulando por ahí. Desconozco las cosas que se habrán manipulado o alterado».

Si fuera yo, tendría la certeza de que: Nunca me he hecho una foto sugerente de mi entrepierna. Pero si me hubiera hecho una fotografías así, me parece que la reconocería — y estoy bastante seguro de que nunca confundiría las regiones íntimas de otro tipo con las mías.

Otra norma inmutable, esta vez acerca de la forma en que los políticos más ambiciosos son tumbados con la mayor de las frecuencias: no es el delito lo que los tumba, es el encubrimiento. En el caso de Weiner, ni siquiera hubo delito — a él no se lo parece, al menos. Pero aun así, sus torpes tentativas de contar medias verdades y difundir negativas que no niegan han suscitado dudas nada triviales de veracidad, y por tanto de integridad.

Hipotéticamente, si yo fuera la clase de persona que se hace autorretratos de esta naturaleza, estaría avergonzado — mortificado — de que el mundo entero tuviera conocimiento de ello. Lo que me conduce a la regla definitiva: no se debería permitir acercarse a las redes sociales a los políticos, con independencia de la clase de ropa interior que prefieran»

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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