Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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«Durante un segundo no podía creer lo que veían mis ojos. Estaba viendo un titular, o al menos me lo parecía, que rezaba así: «Pawlenty cuestiona aptitud de Bachmann». Me levanté de mi silla de un salto y exclamé aleluya (o algo parecido) porque he aquí que en la persona de Tim Pawlenty, el ex gobernador de Minnesota, hay un barón Republicano dispuesto a decir públicamente que Michele Bachmann no está preparada para ser presidenta de los Estados Unidos y, además, hasta ese mismo momento, ni un solo barón Republicano más habría estado dispuesto a decir algo parecido. Pero era cierto, por supuesto, era cierto.

Casi no me podía contener. Estaba seguro de que el artículo mencionaría la forma en que Bachmann espió una concentración homosexual, arrastrándose sobre sus manos y rodillas para ver cómo actúan esos homosexuales y cómo se comportan y hablan y quién sabe qué más. Y pensaba que mencionaría a su marido el loquero que practica la terapia de conversión, que se supone que saca al heterosexual de los homosexuales para que obedezcan lo que quiere Dios, suponiendo que los Bachmann y el resto de los de su postura sepan lo que quiere Dios.

Y pensé que leería algo acerca del «fin de los días», cosa que Bachmann dice que se acerca, y lo ha dicho en un discurso que en la actualidad circula por la blogosfera en el que todo tipo de palabras religiosas cobran vida, como los ronroneos de Marilyn Monroe en «Con faldas y a lo loco». Pensé que Pawlenty, que con frecuencia exhibe sus credenciales religiosas — «Dios lleva las riendas», dijo a la Conferencia de Acción Política Conservadora, repitiéndose para dar énfasis — diría algo puesto que tiene la credibilidad religiosa para pronunciarse en esta cuestión. Yo carezco de esas credenciales, pero por encima sugiero que parece, en Washington al menos, que nadie lleva las riendas.

O a lo mejor él mencionaría la postura de ella a tenor de subir al techo de la deuda. A ella no le importa que la estructura económica del país se derrumbe, tampoco piensa que lo vaya a hacer. Como prueba, ella presenta su palabra, cosa que ciertos quisquillosos del mercado de deuda soberana pueden juzgar insuficiente, pero algunos son desde luego homosexuales y les pueden ir dando. Pawlenty la iba a poner fina.

Todas estas ideas pasaron por mi cabeza, confundiéndome. Y entonces miré más allá y vi que Pawlenty respondía a las informaciones de que Bachmann sufre migrañas. ¿Qué? ¿Dolores de cabeza? ¿Estamos hablando de dolores de cabeza? La mujer es un folio en blanco, una persona con prejuicios en lo que respecta a los homosexuales, totalmente falta de preparación para la presidencia y aún así Pawlenty sugiere con valentía que son las migrañas lo que la hacen menos presidenciable. Por supuesto, habiendo reunido el valor de ponerla en tela de juicio en esa cuestión, a continuación se retractaba. Unos inexplicables episodios de audacia se apoderan a veces de Pawlenty, pero enseguida se recupera y vuelve a la comodidad plácida — sin perder, como estoy seguro que dirán sus asistentes, una sola jornada de trabajo.

Aún así, Pawlenty debería de convertirse en Mister Republicano, término reservado en tiempos al Senador de Ohio Robert Taft. ?l encarna la ausencia prácticamente total de liderazgo entre los principales rivales por la candidatura Republicana. Ellos no sólo no plantan cara a Bachmann ni afrontan las sandeces que vomita, sino que con diligencia dan la espalda a su obligación de educar a sus propios electorados. En el tiempo que llevamos, aspiran a convertirse en presidentes únicamente de los 119.188 Republicanos que participaron en los comités de Iowa en 2008, y sólo de aquellos cuyo conservadurismo se ha grabado en piedra.

Los problemas de la administración pública estadounidenses son sistémicos. Los distritos legislativos que pertenecen con seguridad a una formación son igual de destructivos que los viejos burgos británicos en los que los distritos menos poblados tienen tanto poder como el resto. El sistema de comités y primarias puede ser parodia de la democracia y el proceso rebosa fondos de los grupos de interés. En el seno del Partido Republicano, el remate es que una manada de candidatos presidenciales concurre al mismo pasto de extrema derecha, un bucólico paraje habitado por enanos políticos, religiosos y sociales.

Solucionar lo que nos aqueja llevará tiempo, ingenuidad y valor político. Por el momento, es lo último lo que brilla por su ausencia. El ala derecha del Partido Republicano está dispuesta a, por no decir que es capaz de, meter al país de cabeza en el descubierto al pago de la deuda y un escogido grupo de líderes Republicanos, sabedores la mayor parte de lo que les conviene, tienen demasiado miedo para poner reparos. Ellos parlotean de liderazgo pero aun así no muestran ningún aval.

Por supuesto que Michele Bachmann no merece concurrir. Legislativamente hablando no ha hecho nada, no tiene idea de nada y lo que piensa sabe que es erróneo. Por un momento me pareció que uno de sus rivales Republicanos lo había dicho, pero me equivocaba.

Debe de haber sido esta migraña.

Richard Cohen
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