Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Hasta la Ley de Reforma de 1832, más de un centenar de parlamentarios de los Comunes británicos eran elegidos para representar a distritos electorales con muy pocos electores. Se les llamaba «Rotten Boroughs» y, aunque en Inglaterra ya no hay, en Estados Unidos queda por lo menos uno. Recibe el nombre de Iowa.

Cada cuatro años, el Rotten Borough de Iowa celebra sus comités presidenciales. El año que viene, la única competición real va a estar en el seno del Partido Republicano. La última vez, 119.000 residentes de Iowa participaron en los comités Republicanos. Esto vino a ser, según Curtis Gans, responsable del Centro para el Estudio del Electorado Estadounidense en la Universidad Americana, el 0,05% del electorado nacional — o dicho de otra forma, la vigésima parte del punto porcentual. Si el próximo presidente es Republicano, hay bastantes números para que varias docenas de habitantes de Iowa hayan sido imprescindibles en la elección de él o de ella.

Los Republicanos de Iowa pertenecen a un ramo muy conservador. Rechazan fervientemente el aborto, el matrimonio homosexual, la reforma sanitaria Obamacare, los departamentos de Educación, Energías y Comercio, la radio pública, el apoyo a las humanidades, a la costa este, a la costa oeste, la educación estrictamente secular, a la inmigración ilegal y a sus vástagos, a los medios de referencia y — después de leer esto — a mí. Pero dado que dominan el Partido Republicanos de Iowa y siendo el comité de elección el primero en celebrarse en año electoral, estos votantes disfrutan de una influencia desproporcionada. Es posible saltarse Iowa y hacerse con la candidatura (John McCain) y hasta es posible ganar en Iowa y perder la candidatura (Mike Huckabee), pero es más fácil hacerse con la candidatura ganando en Iowa — un imposible para un moderado.

El sistema estadounidense de primarias por comité es perverso al extremo. Empieza en enero en Iowa y New Hampshire, cuando el sentido común dicta que tendría que empezar en Florida y Arizona. La media de enero en Des Moines ronda los 12 grados bajo cero; la media en Miami ronda los 16. Esto ayuda a explicar el motivo de que en invierno mucha más gente vaya a Miami que a Des Moines. No explica el motivo de que la campaña tenga que empezar allí.

El otro efecto perverso de los comités de Iowa es que da un vuelco a la noción de élite. Si usted pregunta al Republicano de Iowa medio quién es la élite estadounidense, él o ella dirá algo de banqueros o periodistas o de todos esos tipos de Nueva York y Washington que presumiblemente dirigen el país pero que últimamente han olvidado la forma de dirigirlo.

Tonterías. La verdadera élite son los dispersos decididos que desafían al frío intenso para elegir a un candidato presidencial. Su voto cuenta mucho más que el de usted. De hecho, si usted quiere ingresar en la verdadera élite americana, múdese a Iowa y regístrese para votar. Esto es algo que los de Occupy Wall Street no comprenden. Si quieren influencia real, deberían ser Occupy Iowa.

Los comicios de Iowa y New Hampshire son enormemente afamados. Los periodistas de las grandes ciudades comprenden los rasgos Normal Rockwell de ambos estados y adoran el atractivo nostálgico de la campaña a pie de calle. Pero este año, gran parte de la campaña ha sido a lo grande — debates televisados a nivel nacional, anuncios en televisión — y como ha señalado la periodista del Politico Maggie Haberman, «los candidatos que encabezan los sondeos Republicanos son los que han pasado menos tiempo reuniéndose con los votantes». Herman Cain, por poner un caso, ha demostrado ser un verdadero especialista en gestión al lograr calzar una campaña presidencial en una gira de promoción de su libro.

El sistema de primarias y comités es producto de un movimiento de reforma, una iniciativa destinada a limitar el poder de los barones políticos obligando a los miembros del partido, no a la maquinaria, a elegir al candidato. Pero la influencia desproporcionada se ha desplazado en favor de los votantes de las primarias y los comités que se celebran primero. Lo estrecho del electorado Republicano en Iowa ayuda a explicar la razón de que el elenco de candidatos para las presidenciales convenga en prácticamente todo — manos levantadas al unísono — adoptando posturas que causan estupor a muchos estadounidenses. Todos los candidatos menos uno — la excepción es Jon Huntsman — parecen convenir en que la vida empieza en el momento de la concepción, haciendo cualquier aborto equivalente al homicidio. Quien gane en Iowa va a tener que empezar a moderar sus posturas con vistas a las generales.

La campaña Republicana este año es triste. Iowa ha ayudado al embudo de la candidatura de forma que una mitad del sistema político estadounidense está representada por personas que cuestionan la evolución o que no tienen el valor de decir lo contrario, que cortejan desagradables opiniones anti-inmigración y que piensan que habría dado igual dejar que el sistema financiero de América se diera de bruces contra el suelo. Brillan por su ausencia las opiniones contrarias. Este es el problema de los Rotten Boroughs. Que no hay nadie para debatir.

Richard Cohen
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