Schumacher-Matos

Empresario y Periodista de EEUU, de origen colombiano. Ha sido editor fundador del Wall Street Journal Américas y formó parte del equipo de Philadelphia Inquirer que recibió el Pulitzer.

 

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Edward Schumacher-Matos – Washington. Usted es Barack Obama y no da más de sí con la economía y dos guerras, cuando sus asesores le advierten de que se viene encima una ??apisonadora? por donde menos contaba posible — Latinoamérica — y está a punto de llevársele por delante en cuestión de dos semanas.Usted pensaba que se había metido la región en el bolsillo tras la conferencia del mes pasado en la que ofreció una «sociedad» bien acogida y hasta llegó a un pequeño intercambio con Cuba. Pero la Organización de Estados Americanos celebra su Asamblea General los días 2 y 3 junio en Honduras, y los latinos — todos ellos, izquierda, derecha y centro — están maniobrando para readmitir a Cuba. Le están obligando a tomar una difícil decisión en materia de un asunto que lleva toreando desde la campaña.

Complicando la cuestión está el hecho de que el viejo león, Fidel Castro, se está haciendo sentir tras tres años de convalecencia. Fidel, que se ha burlado y avergonzado a todo Presidente estadounidense desde Dwight Eisenhower, se encargó de anunciar que su más pragmático hermano Raúl, que ocupa ahora la presidencia de Cuba, fue «mal interpretado» cuando pareció responder favorablemente a su aperturismo. Fidel lo rechaza como «volver al antiguo papel de esclavos,» y se opone hasta a reingresar en la Organización porque Estados Unidos es miembro.

Raúl decía después: «No estamos dispuestos a negociar nuestra soberanía ni nuestro sistema político y social, ni nuestro derecho de autodeterminación ni nuestros asuntos nacionales.?

En calidad de nuevo presidente, ha estado usted tan distraído con el resto de temas que ni siquiera ha compuesto su equipo de política latinoamericana con el que poder responder. Está usted a punto de nominar a Arturo Valenzuela, profesor de Georgetown y ex consejero del Presidente Clinton, como su nuevo secretario de estado para la región, pero está lejos de tener la confirmación.

Sus diplomáticos intentan convencer desesperadamente a los latinos de darle tiempo para tratar directamente con Cuba y no plantear este asunto de frente. Lo máximo que los estados latinoamericanos parecen dispuestos a aceptar hasta el momento, sin embargo, es la anulación de la resolución de 1962 que expulsaba a Cuba de la Organización de Estados con el argumento de que «el marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de un gobierno así con el bloque comunista rompe la unidad y la solidaridad del hemisferio.? Fue una resolución propia de la Guerra Fría que delicadamente no decía nada de la preocupación estadounidense por la democracia y los derechos humanos, que nunca habían recibido demasiada atención entre muchos de los demás miembros.

La Guerra Fría terminó, dicen los latinos. Su compromiso gira en torno a cómo negociar la democracia y los derechos humanos — aspiraciones, pero no obligaciones según los diversos documentos de la Organización — durante los siguientes pasos de un retorno cubano paulatino.

Pero eso es sutileza legal. Derogar simplemente la resolución de 1962 es seguro que le expondrá a enfurecidas acusaciones lanzadas por muchos Republicanos y cubano americanos de ser blando con el comunismo. Usted puede estar dispuesto a recoger el guante, pero no sin preparación. Rechazar totalmente a los latinos en la Organización, sin embargo, significará poner en peligro todo lo avanzado el mes pasado.

No es que a los latinos no les importen los derechos humanos y la democracia. Les importan. Fidel Castro tiene escasa popularidad en las encuestas regionales. Pero los estados latinoamericanos son también muy sensibles con la soberanía. Podría parecerles otro matón más de la historia de matones estadounidenses en la región.

Así pues, ¿qué hace usted?

Si realmente no puede encontrar una táctica dilatoria encaminada a salvar la cara — y sabe que es probable que Venezuela o sus aliados intenten forzar una votación — entonces mejor unirse a la cabeza de la iniciativa antes de ser arrollado por ella. Si participa y pierde en Honduras, parecerá especialmente débil a sus enemigos en el país, en Cuba y en los terrenos de batalla de Oriente Medio y el sur de Asia.

La conclusión a la que llegó Philip Bonsal, el fallido negociador de Ike, con Castro ha seguido siendo cierta desde entonces, y es que Fidel «necesita de Estados Unidos como enemigo implacable y blanco de toda crítica.? Castro culpa de sus fracasos económicos a nuestro embargo y utiliza su represión política como defensa en nuestra contra. Anuncie que prescinde de la demanda de medidas «recíprocas» en materia de derechos humanos y solicite al Congreso que levante el embargo. Los disidentes cubanos a los que decimos apoyar realmente respaldan tales medidas. A continuación revoque la anticuada resolución de 1962, pero obligue a los estados latinoamericanos y a la Organización de Estados a conservar una versión ligera de los derechos humanos para que Cuba pueda seguir avanzando en el proceso. Los Castro no quieren ingresar en la Organización precisamente porque no quieren tener que explicar sus abusos.

A continuación deje que las cosas sigan su curso y vea el tiempo que aguantan los Castro.

Edward Schumacher-Matos

 

© 2009, Washington Post Writers Group

Sección en convenio con el Washington Post

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