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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

El nombramiento de Alberto Oliart, que sustituye a Luis Fernández como Presidente de RTVE, ha provocado una interesante polémica. Se alude a su desconocimiento del medio y se señala incluso a su edad, como si eso pudiera ser necesariamente un problema, pero sin embargo no se mencionan sus cualidades. Son criticas injustas que parten del desconocimiento del funcionamiento de RTVE.

Vaya por delante que apenas conozco a Oliart y que ese conocimiento se remonta a los tiempos en los que coincidimos en el programa Hoy por Hoy de Iñaki Gabilondo, de forma muy superficial. Por tanto no hablo desde la relación personal sino desde la convicción de que su perfil es de una idoneidad fuera de toda discusión.

Pedro J. Ramírez calificó la decisión como «una broma» porque, a juicio de su periódico, tendrá que enfrentar «con energía y reflejos» una serie de gestiones para las que no ha demostrado experiencia. Decir eso es desconocer completamente el nuevo papel que jugará en la Corporación el Presidente.

Con la nueva organización de TVE, es el Consejo de Administración quien tiene poderes casi absolutos sobre las decisiones de gestión. Tanto es así, que el Consejo de Administración incluso tiene capacidad para vetar un contrato temporal. El reto político, por tanto, debería ser garantizar un sólido y preparado Consejo. Y hasta el momento han demostrado que se cumple esa premisa.

Por otra parte, la empresa, -con la ley que no le permite acceder a los ingresos de la publicidad-, es cada vez más dependiente de las subvenciones del Estado y no hay que olvidar que RTVE depende de la SEPI,  y por extensión del Ministerio de Hacienda.

Es decir que el nuevo perfil que necesita la Presidencia es el de un gestor que conozca bien la Administración, con buenas relaciones políticas, con capacidad para el consenso, y al que se le conozca una acreditada defensa de lo público sin caer en el sectarismo. En definitiva, que sea capaz de asumir un papel institucional. ¿A alguien le cabe duda de que estamos hablando de Oliart?

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