Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «El juez Garzón abandona el juicio penal contra el franquismo. La causa de las desapariciones queda en manos de los juzgados territoriales en donde están las fosas. Dichos juzgados habrán de decidir sobre las exhumaciones, las que están en curso y las futuras. Garzón lo deja, se retira. El fiscal Zaragoza y la Audiencia Nacional ganan. Posiblemente el fiscal y la Audiencia tenían la razón jurídica, y es también cierto que Garzón tiende a la sobreactuación.

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Pero es muy amargo comprobar lo infructuosos que resultan todos los esfuerzos por reprobar institucionalmente al franquismo. La rebelión ilegal, la guerra, la dictadura han salido ilesas en todos y cada uno de los pasos del proceso democrático. El reproche se limita a algún tímido texto logrado en el Parlamento con la resistencia contumaz de la derecha. Apenas nada, y siempre bajo acusaciones de revanchismo, venganza, traición al espíritu de la transición. El espíritu de la transición no está impidiendo a algunos reescribir la historia y exhumar, blanqueada, la figura de Franco. Y denostar, desde ese pasado, la actual democracia. Porque regresar al franquismo será pecado de lesa transición, pero Indalecio Prieto, Negrín, Largo, etc. son fusilados cada amanecer en los medios de la nueva CEDA, el nacional catolicismo renovado. Esos mismos hoy cantan victoria y se burlan de Garzón con grandes risotadas. Un país no tiene futuro si no administra bien memoria y olvido. Y en la España actual no es que sobre memoria histórica, es que sobra olvido. Por eso ha podido ocurrir, por ejemplo, que los restos de Alfonso XIII (exiliado tras la victoria de la República en las urnas) pudieran regresar del exilio en 1980 y ser enterrados con honores en el Escorial, mientras que los restos de Manuel Azaña, (presidente democrático derribado por un golpe militar) siguen en el exilio de Montauban.»

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