«ETA, siempre fuera del tiempo y de la vida. Vean, hoy para todo el mundo es un lunes especial, lleno de incertidumbres y zozobras. Tras el descalabro financiero, tras la decisión contra natura del Gobierno de los Estados Unidos, las preguntas se atropellan. ¿El enorme torniquete aplicado por la Reserva Federal será capaz de detener la hemorragia?, ¿cómo y quiénes pagarán la colosal factura?

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 Fracasado con estrépito el fundamentalismo monetarista, ¿cambiará algo el modelo? Cada cual tiembla por su empleo, por sus ahorros, por su pequeño o gran negocio viva en el país que viva, y todas las empresas del planeta celebran reuniones para intentar avizorar la nueva realidad. Han muerto las pocas certezas que había, cuando se escriba la historia veremos con claridad que en estos días se está abriendo un capítulo distinto aunque, para escándalo general, no hay responsables -por acción u omisión- que hayan dimitido, ni gurús del ultraliberalismo que se hayan avergonzado, ni organismos de vigilancia en entredicho, ni mucho menos detenciones o procesamientos. Tampoco las pide nadie. Reservamos la severidad para los políticos, aunque sean pequeños concejales de pueblo. Pero, aún y con eso, el mundo entero se dispone a revisar teorías y procedimientos, a hacer cuentas y a disponer su cerebro para las mutaciones por venir. Todos, salvo ETA y quienes le apoyan, naturalmente. Ellos, inasequibles a la realidad, viajan por el carril equivocado de la historia pero creen que son los demás los que tienen que cambiar y moverse. A eso le llaman normalización. Han vuelto a provocar horror y sufrimiento, y a envilecer a su pueblo.»

 

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