El debate desatado tras el anuncio de que el gobierno iba a autorizar un sindicato de trabajadoras sexuales y su posterior rectificación y dimisión de la directora general responsable sigue en plena vorágine. En la red, periodistas, escritores, políticos y feministas analizan y discuten el asunto junto con la cuestión más profunda de si la prostitución debe abolirse o legalizarse. Todas las posiciones coinciden en condenar la explotación de mujeres que suele caracterizar el sector, pero se discrepa sobre la mejor manera de lograrlo. Muchas voces sostienen que la prostitución nunca puede equipararse a un trabajo normal y que la idea de un sindicato de trabajadoras sexuales no puede darse en un sector en el que se vulneran los derechos humanos y es una «bofetada» al  movimiento feminista. Pero hay también quien defiende que la organización colectiva de las prostitutas es la manera de garantizar que se respeten sus derechos y que se erradiquen los abusos y la explotación. Y hay una profunda división de opiniones incluso en el feminismo.

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