Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «El auto de Garzón no pretende abrir una causa general de la Guerra Civil. Lo dice así, textualmente, aunque recuerda que tal causa general sí la hizo el franquismo en cuanto acabó la guerra, a la España derrotada, al llamado terror rojo. Garzón reconoce que es inabarcable el caso, pero se enfrenta con el fuero y el huevo. El fuero, un asunto de principios, demostrar que el alzamiento en armas del 18 de julio fue un delito, un plan preconcebido de eliminación por la violencia de los antagonistas ideológicos. Y sigue siendo hoy un delito, porque debe enmarcarse en la categoría de crimen contra la humanidad.

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Garzón sabe que los altos responsables ya han fallecido. Así pues, la eventual condena penal de los sublevados sería, sobre todo, el cierre legal y definitivo de ese tiempo histórico, con las cosas claras para siempre. El huevo, lo posible, lo concreto, lo que hoy es obligatorio acometer, es la localización de las personas desaparecidas y la reparación, en justicia, a las víctimas. No han tardado en dejarse oír las voces discrepantes. Es un nuevo gesto de vedetismo, es un estruendo wagneriano llamado a quedarse en nada, rompe el espíritu de la transición.

Pero cuando se leen los sesenta y ocho folios del auto, se percibe sobre todo una cosa: la insoportable impunidad de aquel asalto a la legalidad, del que se derivó tanto horror. Acabar con esa impunidad no es traicionar el espíritu de la transición, sino atreverse a superarlo.

Esa impunidad ha provocado mucha confusión e inestabilidad a nuestra democracia, se comprueba sobre todo al ver cómo han brotado, en dicha confusión, los inventores del pasado, los falsos historiadores, para colar de contrabando a una sociedad distraída la mercancía averiada del pasado. Garzón aborda lo que nunca pudimos, supimos o nos atrevimos a abordar, y merece el reconocimiento de los ciudadanos.»

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