Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «Navarra es una tierra sociológica y políticamente muy compleja. Todas las simplificaciones están llamadas a fracasar. Fracasó, y fracasará siempre, la simplificación de entenderla como parte innegociable de Euskadi. Fracasará igualmente la pretensión de abominar de su vasquidad. ETA, con el asesinato del comandante Imaz, en enero de 1978, pretendió que los navarros aceptaran formar parte de Euskadi a tiros. No conocían a los navarros. Jaime Ignacio del Burgo capitaneó a una derecha que, aprovechando el disparate etarra, impuso un pensamiento igualmente forzado e irreal: los navarros, antes muertos que vascos.

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Ahí estaban, dos imposibles enfrentados. Desde el nacimiento de la democracia, Navarra ha renegado de la única verdad que el franquismo permitió: lo vasco navarro. Federaciones, asociaciones, lo mismo de caza y pesca que de arquitectura, centros recreativos o federaciones de pelota, expresaban con esa calificación -vasconavarro- dos cosas: una, lo navarro debía singularizarse, no podía fundirse en otra realidad política aunque muchos navarros lo desearan, porque otros muchos nunca lo aceptarían; y dos, tenía que permanecer fraternalmente unida a lo vasco aunque muchos navarros no lo quisieran porque otros lo consideraban innegociable. Sobre ese fondo tornasolado, complejo pero verdadero, hubiera debido dibujarse toda la política navarra, derecha o izquierda, nacionalista o no. Pero el nacionalismo radical quiso imponer su ley con la violencia y la derecha, por reacción, se fue más lejos de lo debido. La derecha de Madrid, desconocedora de los matices, creyó que en ese extremo tenía que instalar su frente. Se equivocó. La manifestación del 17 de marzo en Pamplona nos mostró con claridad cuánto se equivocó. Ahora, esta crisis puede ayudar a todos a recolocarse. Navarra lo agradecería.»

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