Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «Llegan los cadáveres de nuestros muertos y, con ellos, el viejo debate: ¿hay que enviar más soldados a Afganistán?, ¿no hay que hacerlo?, ¿hay que hacer regresar a los que están? Cualquier respuesta nos parecerá una ligereza hasta que no se revise la estrategia militar de los Estados Unidos y la estrategia asistencial de la ONU en esa zona porque nos cuesta mucho imaginar que tal estrategia no se vaya a revisar. La actual es un fracaso y el papel de las fuerzas de seguridad y asistencia, como las españolas, está siendo superado por los hechos.

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En Afganistán las cosas van de mal en peor. Analistas, observadores, periodistas, informes militares de toda procedencia, llevan varios años coincidiendo en ello. Los talibanes recuperan a gran velocidad su antiguo poder, el Gobierno de Karzai es impotente para controlar el enfrentamiento constante de clanes y tribus, manejados con autoridad absoluta por los señores de la guerra. Los fondos remitidos por los países occidentales están dando lugar a corrupción en gran escala; los esfuerzos de reconstrucción de la ISAF no son capaces de detener el deterioro social del país; el cultivo del opio, al que los afganos se han agarrado para sobrevivir, está creciendo de forma exponencial y alimentando toda suerte de redes comerciales ilegales; y, en última instancia, el comercio de armas y el terrorismo. Pakistán es un tapón que ya no tapona nada, no alcanzamos a imaginar por qué milagro un número mayor de soldados podría acabar con este caos. Hay que redefinirlo todo. Las únicas luces en el sombrío horizonte podría proporcionarlas una brillante política diplomática de nuevo cuño con Arabia Saudí, con Irán, con Israel. Dificilísimo, sí, pero a tiros, imposible. Y además, ¿no habíamos quedado en que se abría un nuevo tiempo internacional?»

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