Omaima Alhabib narra a Médicos Sin Fronteras el viaje de Siria a Grecia que les llevó tres meses a ella, su marido y sus tres hijos. Fueron encarcelados tres veces en Turquía por intentar cruzar a Grecia y, cuando finalmente consiguieron escapar de la guardia costera turca, estuvieron a la deriva en el mar durante 12 horas- cuenta. Sin embargo, han «perdido la esperanza». «Trato de motivar a mis hijos, de decirles que algún día volveremos a tener una casa y podrán volver a ir al colegio, tendrán juegos y construiremos una nueva vida. Pero es imposible convencerlos de esto cuando llevamos un año atrapados en este campo»- lamenta.

Refugiada en campo refugiados Vathy Grecia Omaima Alhabib. MSF/Faris Al-Jawad

Omaima Alhabib. MSF/Faris Al-Jawad

Recuerda cómo se «vieron forzados» a dejar su casa a causa de la guerra. «Pensamos que en Europa podríamos reconstruir nuestras vidas, pero lo que encontramos aquí fue devastador»- afirma.

Antes de empezar el tortuoso camino hacia Europa, Omaima y su esposo eran maestros de escuela primaria en Siria. Sin embargo, añade: «Somos una familia que lo perdió todo en la guerra. Vinimos aquí para encontrar un lugar seguro y una educación para nuestros hijos, eso es todo». Cuando, insiste: «Todo lo que queríamos, y todavía queremos, es encontrar atención médica y un lugar seguro».

A la difícil situación a la que se enfrentan estando hacinados en un campo de refugiados se suma «el miedo a la COVID-19″.  Como ella, sus hijos «también han desarrollado problemas de salud mental».

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