Entre el entusiasmo general que se vive en los medios y en Internet tras el triunfo del demócrata, también hay espacio para dudas y críticas. En algunos blogs los comentarios suenan a autoprotección, y otros tratan de aportar argumentos para la reflexión crítica.

Barack Obama

Javier Ortiz, escribe en su blog sobre los que considera los límites de Obama, según él «no para ser aguafiestas», sino para conservar el principio de realidad: «me juego lo que sea a que la acción de Obama no va a alterar el abismo que separa en su país a las clases pudientes de las pobres, a que no va a poner freno a la ambición irrefrenable de su industria armamentista y a la voracidad de sus petroleras, a que no va a embridar al capital financiero, a la vez implacable y pedigüeño, a que no va a imponer el respeto a lo pactado en Kyoto sobre el cambio climático y que no renuncia a la obsesión de su antecesor por controlar Afganistán al precio que sea».

Hugo Martinez Abarca, de III Republica: «No considero a Obama de los míos: puede que sea lo mejor que hay entre los malos, no lo sé (a Clinton también le adjudicaron ese papel incluso después de bombardear Yugoslavia de la mano de Solana, otro bueno). Sin embargo, hay mucha gente que parece entregada al nuevo mesías mundial hasta el punto de encontrar desleal cualquier crítica a Obama por justificada que esté. No es un problema del que estamos a salvo quienes nos decimos ubicados en posturas de izquierda crítica: durante bastante tiempo ha habido en nuestro espacio una ceguera aduladora hacia Castro en su momento y hacia Chávez después que ha impedido ver los fallos (a veces muy graves) que hayan resultado dañinos para sus propias causas»

Daniel Tercero alberga a la vez cierta esperanza y pesimismo: «La izquierda, aunque sea la americana, tiene una gran capacidad de moverse como pez en el agua en el capitalismo de marca. Obama lo es, lo cual no significa que no pueda ser un gran político, un gran estadista. Tendrá que demostrarlo, eso sí. De momento, su primer discurso, tras el del republicano McCain, ha sido vacío, sin contenido pero con grandes buenas palabras».

Javier Pueyo de Mi otro diario ve a Obama como un enigma: «el color de piel no constituye necesariamente una clase social ni tiene por qué guardar relación con una ideología. Ni siquiera en un país tradicionalmente racista como Estados Unidos. ¿Qué hará el presidente Obama con el sistema sanitario? ¿Qué con la fiscalidad, la educación, el empleo, las armas, la legislación antiterrorista y la pena de muerte? O, en lo que concierne al resto de la humanidad, ¿cuál será la política de EEUU en materia de derechos humanos?

Ernesto Hernandez, de El día después, sin desmerecer la magnitud de lo logrado por Obama, discrepa con la idea de que es el fin de la América del 11S: «es inevitable recordar «El candidato» de Redford, un filme en que un candidato joven y fotogénico se presenta a gobernador de California sabiendo que no va a vencer y diciendo, en consecuencia, todo lo que le pasa por la cabeza. A medida que avanza la película, crecen sus posibilidades de vencer y su mensaje se va mediatizando cada vez más, hasta que al final gana y se queda allí, en blanco, sin saber muy bien qué hacer con su papel de gran esperanza liberal.»

Ricardo Royo Villanova se muestra implacable contra el demócrata por su apoyo a la pena de muerte: «Esta circunstancia le descalifica absolutamente y sin matices a mis ojos, al margen de cualquier otra circunstancia; […] algún día será responsable, con sus propias manos, de la muerte a sangre fría de alguien, que probablemente será negro, por cierto, y por supuesto, le coloca bastante a la derecha del PP, que es oficialmente -y creo que sinceramente- contrario a la pena de muerte.»

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