E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Con su «Concentración para Restaurar la Cordura y/o el Miedo» este fin de semana, los humoristas políticos Jon Stewart y Stephen Colbert llegan tarde a la fiesta. Esta espantosa campaña ha sido de Paramount Comedy desde que empezó.

La principal fuente de diversión han sido el movimiento de protesta fiscal y sus candidatos, importante número de los cuales manifiestan todos los síntomas de que les falta un hervor. Ganen o pierdan — y sí, sigue cabiendo la posibilidad de que algunos puedan salir elegidos realmente — nos dejan momentos delirantes que podrían necesitar de años de psicoanálisis para que nuestra psique colectiva pueda purgarlos.

El más destacado entre ellos es un clásico intemporal de rareza justo a la zaga de aquellas breves películas de miedo y ciencia ficción de baja calidad en la década de los años 50 como «Plan 9 desde el Espacio Exterior» o «La Tierra contra los Platillos Volantes». Probablemente haya adivinado que me refiero al incomparable anuncio televisivo de «No soy bruja» de Christine O’Donnell.

Mucho se ha escrito del anuncio «de la bruja», pero no estoy seguro de que alguien haya hecho la deconstrucción adecuada. Si lo califica como película corta de la clase que puede ser admitida a concurso en Sundance o Cannes, puede tratarse del trabajo de un genio. El chocante contraste entre lo que se dice y lo que se puede ver no puede sino ser deliberado: O’Donnell traslada un mensaje — no soy bruja — al tiempo que la imagen que se proyecta en la pantalla indica de forma contundente lo contrario. Está sentada sola, delante de un fondo oscuro que sugiere oscuridad infinita; su maquillaje y la iluminación son artificiales para dar a su rostro la palidez fantasmagórica. Claramente, la audiencia es manipulada para pensar «Si no viene del Más Allá, señora mía, le falta poco».

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Y luego, después de negar la brujería, el gancho cáustico: «Soy como usted». Con eso, ella se cambia de lugar con el espectador. Estoy bastante seguro de que se trata de un homenaje a algún viejo episodio de «Más allá del límite», pero no he descubierto cuál.

Podría seguir hablando acerca de la cadena de brillantes actuaciones cómicas de O’Donnell — durante el debate con su rival al Senado Chris Coons, por ejemplo, la forma en que insiste de forma convincente en que no tenía ni idea de que la Primera Enmienda disponga la separación entre iglesia y estado. Pero el movimiento de protesta fiscal es una comedia en sí misma, como «Seinfeld». No nos olvidemos del resto del reparto.

Como Sharron Angle, que tiene posibilidades importantes de derrotar al secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid. La versión de comedia de Angle es cruda y relevante al argumento — o más bien más allá del argumento, puesto que gran parte de lo que dice no guarda ninguna relación con la realidad objetiva.

Dijo que Dearborn, Mich., y Frankford, Texas, van a implantar la ley islámica sharia, y exigió saber «cómo pasa eso en los Estados Unidos». Bueno, no pasa. No reina sino el estado de derecho estadounidense del de toda la vida en Dearborn, que Angle parece haber destacado a causa de su gran población estadounidense de origen árabe. Y Frankford ya no existe, al haber sido anexionado por Dallas en 1975.

Compareciendo ante un grupo de escolares hispanos para explicar su difícil postura en inmigración, Angle ofrecía, «No sabía que todos vosotros fuerais latinos. Algunos me parecéis más asiáticos». Calificaría el humor de Angle de surrealista, y eso suponiendo que sea discípula de Ionesco.

Después está el estilo cómico del Indignado de Carl Paladino, candidato a la gobernación de Nueva York. Cuando un periodista tenaz trataba de hacerle una pregunta, Paladino amenazó al caballero diciendo «¡Voy a encargarme de ti!» Ha insultado de forma más que generosa a los homosexuales, a los inquilinos de Manhattan, a los inmigrantes ilegales y a muchos más, pero parece albergar un rencor especial contra los titulares pasados y actuales del cargo al que aspira él. Llamaba «patético» al Gobernador David Paterson y «un capullo», y al ex Gobernador George Pataki lo llamaba «un imbécil de baba».

Las propuestas legislativas de Paladino también son furibundas, en un sentido extravagante. Sugiere que los parados que viven de la prestación por desempleo se puedan hospedar en las cárceles estatales que alberguen insuficientes reclusos. «En lugar de repartir los cheques del paro, enseñaremos a la gente a ganarse el pan. Les enseñaremos higiene personal… las cosas personales que no aprenden cuando salen de hogares disfuncionales».

Me viene a la cabeza el maestro del insulto Don Rickles tras una noche de jarana.

Y cómo olvidar a Rand Paul, con su travesura Monty Pythonesca «Aqua Buddha». Y la solución agresiva de Joe Miller a la seguridad fronteriza: «Si Alemania Oriental pudo, nosotros podremos».

Buena suerte para tratar de superar todo eso, Stewart o Colbert. Os va a hacer falta. Los monólogos ya han empezado.

© 2010, The Washington Post Writers Group

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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