Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Tiene un doctorado en ciencias sociales e impartió clases brevemente a nivel universitario. Se ha casado en tres ocasiones, divorciado en dos, y confesado haber tenido una aventura. Nunca ha trabajado para ninguna entidad de carácter privado, nunca hizo el servicio militar, y vive en uno de los barrios mas pijos de Washington. Es la encarnación de la «élite cultural» a la que tanto denigra. Es Newt Gingrich, y es su peor enemigo.

Gingrich se ha venido lacerando últimamente, blandiendo el término «máquina secular-socialista» con el ahínco del político William Jennings Bryan cuando pronunció su discurso de la cruz dorada – y Dios quiera que con el mismo efecto. Lo utilizó recientemente en un artículo del Washington Post mezclado con el tipo de regodeo en demagogia que convierte a Gingrich en su propio acólito. El caballero hace todo lo posible por llamar la atención. Cuando ya no puede exagerar más, se supera.

El rasgo más evidentemente repelente de la élite cultural es que es ajena a las opiniones o a la mayoría de los estadounidenses – o, en palabras de Gingrich, «los estadounidenses se oponen a las opiniones de la elite académica». Esta ágil construcción gramatical convierte a la élite académica en algo distinto a los estadounidenses, aunque algunos de ellos pudieran haber hecho el servicio militar – que siempre es prueba de vigor. El argumento supone asimismo que lo popular es correcto siempre, cuando, como las sufragistas de otros tiempos pueden dar fe, no siempre es el caso.

Ni «socialismo» ni «laicismo» se acercan a describir a América o a los programas de la administración Obama. De hecho, el motivo mismo de que la mayoría de los estadounidenses considere laicismo un término extraño e inútil es que este país nunca ha tenido una religión de estado. Si Gingrich quiere ver el aspecto del laicismo, debería leer la historia de Francia. Allí, una asfixiante religión de estado dio lugar a una variante desagradable de laicismo que el 24 de mayo de 1871 terminó en la ejecución de Georges Darboy, el arzobispo de París nada menos. En este país por el contrario, el Pentágono celebra el Día Nacional de la Oración, y el ganador de un concurso de rodeo emitido a nivel nacional no dedica su triunfo ni a sus propias habilidades ni a la falta de ellas al toro, sino a Dios. Dios debe de tener domingos tan ajetreados como los míos.

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Los conservadores culturales fechan el comienzo del conflicto entre el bien y el mal el día en que el Tribunal Supremo ilegalizó el rezo en las escuelas. Corría el año 1963, demasiado tarde para que Gingrich o yo nos ahorráramos ese recital triste y soporífero de todas las mañanas. Sorprendentemente sin embargo, esta oración parece haber tenido escaso impacto en cualquiera de nosotros. Pero como Gingrich debe saber, la cuestión de la oración es un mecanismo cínico destinado a apelar a las personas que quieren que se recite su – y no la de los musulmanes, los hindúes y el resto. Siempre supe a quién rezaba – al Dios de la escuela, el del director, el Dios de la maestra. El mío estaba en casa, junto a un vaso de leche que me esperaba.

Este asunto del socialismo se ha convertido en el caballo de los conservadores – tan demencial en la derecha como la admiración de la izquierda por el venezolano Hugo Chávez. El número actual de Commentary, la revista que prácticamente creó el movimiento neoconservador, dedica unas 4.500 palabras al asunto. Plantea la pregunta, «¿Qué clase de socialista es Barack Obama?» A lo que cualquier persona sana tendría que responder: «Uno no muy bueno».

Como con Gingrich, un ejemplo de la intencionalidad socialista de Obama es la ley de reforma sanitaria recientemente promulgada que, para disgusto de la izquierda, no contenía la llamada opción pública (¡eso habría sido socialismo con acogida!) y no nacionalizó ni a una sola aseguradora. En cambio, si se mira, por ejemplo, Aetna, y espera que hubiera sido apartada de cotización en la Bolsa, encontrará que, para su gran alivio, que su cotización, aunque últimamente ha bajado, sigue por encima de su mínimo de 52 semanas. Como socialista, Obama ni siquiera podría unirse a una partida de pinacle con mi abuelo.

Ese mismo abuelo habría tenido un epíteto para Gingrich: luftmensch . Es una palabra yiddish maravillosamente descriptiva para un tipo sin recursos de apoyo visibles – que vive del aire mismo. Esto, de manera actualizada, es Gingrich. No tiene cartera pero tiene ideas. Trabaja en el sector de la provocación, de ser un alborotador, un destello de picardía en sus ojos, una sonrisa de satisfacción interior. Es malo. Es bueno como malo. Simplemente no es bueno siendo bueno.

ACTUALIZACION – FE DE ERRATAS:  Publiqué que Newt Gingrich no ha trabajado nunca para una entidad con fines de lucro. Me equivocaba. Es titular de varias empresas que producen beneficios. Lamento el error y le felicito.

Richard Cohen
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