Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Poco después de dejar sus tranquilizantes — los efectivos estadounidenses y los demás, los montones de ayuda, los técnicos civiles y tanto dinero que los aviones tienen problemas de sobrepeso para sacarlo del país de contrabando — Afganistán volverá a ser Afganistán. Los talibanes bajarán de las montañas y llegarán de Pakistán y alcanzarán un acuerdo con el gobierno o bien volverán a asumir el control. Esto no es sólo lo que va a suceder en el futuro. Es lo que ha sucedido en el pasado.

Desde el principio, la colosal inversión en Afganistán de América ha sido un error. Siempre fue necesario, por no decir simplemente correcto, ir a por Osama bin Laden y abatir hasta el último miembro de al-Qaeda. Esa labor se ha llevado a cabo casi en su totalidad. Pero el resto – la expulsión de los talibanes y la construcción de un estado democrático – se encuentra más allá de las posibilidades de América. Las tropas – la mayoría de ellas – deberían regresar a casa.

El presidente Obama siempre ha manifestado una encomiable falta de entusiasmo por la Guerra de Afganistán. Su decisión en 2009 de destacar 30.000 efectivos adicionales a la iniciativa — el denominado incremento de West Point – fue el número que zanja la diferencia: menos tropas de las que quería el ejército, muchas más de las que los críticos de la guerra consideraban justificadas. Ahora Obama tiene que decidir cuántas de las aproximadamente 100.000 tropas de América deben permanecer destacadas. Tan pocas como sea posible sería la decisión sabia.

El problema de recomendar un rumbo así es que choca con las opiniones en política exterior de casi todos los candidatos presidenciales Republicanos. Su postura con respecto a Afganistán es, no obstante, una fracción de su apoyo incondicional al Republicanismo de Herbert Hoover. Quieren orientar el país al interior — lo que los senadores John McCain y Lindsey Graham tachaban de aislacionismo – al tiempo que también adoptan la desastrosa política económica de Hoover. La ignorancia histórica tan evidente entre nuestros jóvenes es un homenaje idóneo a sus mayores Republicanos. No satisfechos con una recesión, quieren reducir el gasto público y provocar una depresión.

La respuesta Republicana a los problemas tanto exteriores como nacionales encaja de alguna forma en lo que empieza a parecer una repetición de los años 30. Allá por entonces, una grave depresión mundial alentaba la llegada de los movimientos fascista y comunista e hizo que los países se desentendieran del exterior. La situación no es hoy igual de cruda, pero cuando el Secretario de Defensa saliente Robert Gates se quejó de la reticencia de la OTAN a hacer algo real en Libia, hablaba de gobiernos con presupuestos gravemente ajustados — al borde de la quiebra algunos de ellos, como Grecia, Portugal o España. El mismo dilema demográfico invertido que se plantea a Estados Unidos — muy pocos jóvenes para financiar a muchos ancianos — se le plantea al resto del mundo industrializado. China, con su política de control de la población, va a descubrir enseguida a qué me refiero.

El regreso a los años 30 será lamentado y temido en la misma medida — condujo a una guerra mundial, después de todo — pero también ha de ser reconocido. La derecha del Partido Republicano, que viene a ser prácticamente la formación entera, se ha unido a la izquierda Demócrata, que viene a ser buena parte de la formación, para pedir la retirada de Afganistán. Si hubiera motivos para quedarse — si la seguridad nacional estuviera directamente en juego o las probabilidades de éxito fueron buenas — el presidente debería conservar dentro del país efectivos de sobra. Pero los vehículos no tripulados han castigado las infraestructuras de los talibanes/ Al-Qaeda – casi 2.000 muertos en Pakistán desde 2006 – y pueden seguir impidiendo el avance enemigo. De igual forma, los efectivos de élite y las tropas especializadas – los SEAL, etc. – pueden ser utilizados para mantener a raya a los talibanes y a al-Qaeda difunta.

Permanecer en Afganistán sólo sustentará el razonamiento de los Nuevos Aislacionistas. ?ste es el peligro mayor. América sigue siendo el único país capaz de interpretar el papel de adulto. El mundo nos necesita. El mundo nos va a necesitar aún más dentro de poco. China, la India, Pakistán, Japón y las dos Coreas son tan compatibles como las Mujeres Desesperadas de Nueva York. Todos ellos tienen armas nucleares o son capaces de desarrollarlas. Irán va camino de tenerlas. Su programa podría hacer que los israelíes atacaran o también podría invitar a Arabia Saudí y tal vez a Egipto a buscarlas. Jordania podría derrumbarse e Irak descomponerse. ¿He mencionado la guerra virtual? ?sa es la que quita el sueño a los estrategas militares.

Afganistán es un lugar extraño e irrelevante en el que destacarse. Podemos matar terroristas pero no a la cultura que los fabrica. La corrupción es sobrecogedora, nuestra falta de entendimiento humillante y nuestros objetivos bélicos incoherentes. Es hora de despedirse y ahorrar la pólvora para lo que importa — los demonios de las próximas noches de insomnio.

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