Por Nacho Corredor Solà

Nació en 1947 en La Pobla de Segur, un pequeño pueblo de los pirineos catalanes. Es Ingeniero Aeronáutico y Doctor en Ciencias Económicas y fue Secretario de Estado de Hacienda y Ministro de Medio Ambiente. 

Llegó a ser secretario General del PSOE, pero acabó renunciando para dejar paso a Almunia. Los últimos años ha sido presidente del Parlamento europeo y hoy sigue con su acta de eurodiputado.

Esta tarde, al salir de una reunión en Bruselas, hemos hablado diez minutos con él. En el desarrollo de la entrevista se nota que prefiere hablar de política europea que de política nacional.

Cuéntenos cómo se pasa de vivir en La Pobla de Segur, un pueblo al que hasta cuesta llegar en tren, a ser ingeniero, a ser europarlamentario? Porque imagino que el esfuerzo será impresionante.

Costaba más llegar a Pobla hace unos años que ahora (ríe).

Pero aún cuesta, ¡eh!

Es verdad, no es el centro del mundo (ríe). Para mí ha sido una gran suerte poder tener unos padres que me ayudaron mucho, unos maestros que también me ayudaron. Gracias a ellos, fundamentalmente, he tenido la oportunidad de hacer funciones, especialmente interesantes, en la política española y ahora en la europea.

¿Cómo fue su infancia en el Pirineo? ¿Llegó a ver algo de la dictadura desde allí?

Recuerdo mi infancia y mi juventud con mucho cariño y con mucho afecto. Siempre que vuelvo me siento en casa, aunque no tengo demasiadas oportunidades de visitarla, pero todos los recuerdos de esa época son positivos. Es verdad que el tiempo lima los recuerdos y sólo debe dejar los que son mejores.

¿Cómo se vive la política española en Bruselas? Por ejemplo, lo que algunos medios de comunicación internacionales han denominado como «ola antimonárquica», ¿qué sensaciones causa en el europarlamento?

Desde la perspectiva europea los problemas internos de cada país, sobre todo cuando son más bien anecdóticos, no tienen mucha trascendencia. Si mira la agenda del Parlamento europeo se está hablando sobre el cambio climático, sobre las medicinas falsificadas, sobre el desarrollo de las telecomunicaciones a escala europea, las relaciones con China, etc.

¿Cree que tiene relación el trabajo que los europarlamentarios españoles hacen en el parlamento con la valoración que los españoles hacen de ello? ¿Hay relación entre lo que se percibe y se hace?

Probablemente el Parlamento europeo se percibe mal, porque la política europea es consensual. Más que un Gobierno y oposición que se enfrenta en un Parlamento, como ocurre en los Parlamentos nacionales y particularmente en el español, aquí no es el esquema de funcionamiento. Se hace un debate entorno a la búsqueda de acuerdos de distintos grupos políticos con la Comisión y el Consejo de manera que el objetivo no es derribar al adversario sino construir un acuerdo que permita hacer frente a un problema que nos afecta a todos. Eso no despierta mucho interés mediático y por tanto, mucha percepción ciudadana.

Cuando habla con sus compañeros del Partido Popular europeo, ¿qué le dicen del PP? Se nos insiste mucho en que la derecha española no tiene nada que ver, por ejemplo, con la francesa.

La derecha francesa, ciertamente, es una derecha mucho más social. El sr. Chirac hacía unos discursos que muchas veces nos pasaban por la izquierda, sobre los grandes temas globales como la lucha ante la probreza, el comercio justo, etc. Por otra parte, si mira dentro de la izquierda europea también encontrará diferencias. Los democristianos de Alemania son poco homologables con algunos sectores del PP europeo, pero también dentro de la izquierda hay una gran variedad de posiciones.Entre los socialdemócratas suecos y un socialista griego también hay diferencias.

¿La extrema derecha tiene una voz importante dentro del Parlamento o por el momento no?

No, importante no, pero ha crecido en relevancia.

¿Y a qué cree que se puede haber dado este crecimiento?

Probablemente al esfuerzo que les viene de los países del este. Hoy tenemos un grupo político de extrema derecha, cosa que no había ocurrido nunca, como consecuencia de la aparición del diputado de Rumanía, Bulgaria, que han aportado un refuerzo a partidos como el de Le Pen o como la extrema derecha italiana y los ultraconservadores polacos. Esto ha hecho posible la articulación de una extrema derecha en forma de grupos organizados.

¿Y temen, de alguna manera, que su progresivo aumento pueda perjudicar al desarrollo de la UE? Porque la concepción de Le Pen de la UE no será la misma que la suya.

Sí, por supuesto. Tiene una percepción muy diferente, pero en esto no se diferencia demasiado de sus colegas de la Europa del este. La extrema derecha es muy nacionalista, es antieuropea… En general la extrema derecha en Europa no contribuye demasiado al proceso de vertebración de la misma. No hay más que ver sus comportamientos en la discusión sobre el tema constitucional.

No han sido pocas las ocasiones en las que el Gobierno catalán ha solicitado de una u otra manera que se pueda emplear el catalán en el Parlamento europeo y lo cierto es que la Comisión felicitaba el modelo de inmersión lingüística de Cataluña. Sin embargo, en el europarlamento aún no se puede hablar catalán, ¿por qué se da esta circunstancia?

Eso es un tema que fue muy discutido la anterior legislatura. Si me permite no ha sido el Gobierno catalán el que lo ha pedido, sino el Gobierno español. El sr. Zapatero ha tomado en ese sentido una actitud muy activa, pero el Consejo de Vicepresidentes del Parlamento decidió que, de momento, los ciudadanos sí se podrían dirigir en catalán, vasco y gallego, pero que en el trabajo parlamentario, por el momento, se ha decidido dar prioridad a la asimilación de los nuevos idiomas del Este, antes de abordar una mayor complejidad lingüística. Se hablan 23 idiomas y 10 más de golpe complica mucho el funcionamiento.

Hace bien en aclarar esta situación, porque lo cierto es que diferentes medios de comunicación de Cataluña achacaban la culpa al Gobierno central, dado que en la Comisión sí que aceptaban la lengua catalana, tras una supuesta petición del Gobierrno catalán y se culpaba al Gobierno central de no hacerlo, porque es competencia suya solicitarlo.

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