Los asuntos que elegimos como barreras para las mayorías absolutas han sido extensamente tratados en el segundo debate.

El candidato Rodríguez Zapatero exploró más claramente que nunca su visión nacional y constitucional, que puede gustarnos o no, pero que es entendida y comprendida, pues queda perfectamente «enmarcada» en los que no se identifican con en el pasado al que tristemente hace referencia el Financial Times (en mi opinión mayoría abrumadora, incluso entre muchos votantes del PP).

No estuvo tan acertado con la educación, aunque sí atinó a ofrecer perfiles plurales, democráticos, y modernos por lo que sería interesante que se recuperasen alternativas específicas que comprometiesen el presupuesto público en su desarrollo pleno, pues la educación es indudablemente el paradigma de la redistribución de oportunidad.

Mientras, el opositor Rajoy no estuvo acertado ni en política Autonomista, volviendo a confundir Estado con Gobierno, excluyendo a las Autonomías; ni mucho menos centrado ante el fenómeno del 11M. De hecho, la falta de una explicación clara en un enmarque comprensible para los que debieran haber sido sus votantes «objetivo» (ya que no hay peligro de desmovilizar el voto de los reconvencidos) hizo que las acusaciones a las «mentiras de Zapatero» solamente fuesen entendidas por el sector más identificado con el PP de Aznar, en lugar del de Rajoy.

El PSOE queda, después de este debate, más cerca de la mayoría absoluta; y quizás, y a pesar y a expensas de Izquierda Unida, sea ésta la única solución al necesario giro del Nacional Catolicismo al Liberalismo en el Partido Popular.

Mientras tanto, continuaremos avanzando en nuestro particular empeño de exortizar el pasado transformándonos en el país más moderno, progresista y solidario del mundo.

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