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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Después de un duro Consejo de Ministros el gobierno ha decidido no aprobar hoy la Ley Sinde.

Es siempre difícil reconstruir un Consejo de Ministros pero, según parece, en la mesa, diversos Ministros explicaron la importancia de buscar un marco de protección y convivencia entre los negocios de la red y la cultura, pero se oposieron a que ese marco fuera la Ley Sinde, que algunos calificaron como «un parche». Escuchaban a la calle.

En efecto, dejar aparcada la generalidad de la Ley de Economía Sostenible y tratar de colar en el penúltimo Consejo de Ministros sólo el aspecto relacionado con la Ley Sinde, que tanta polémica ha desatado en la red, era una guinda en tiempo de descuento completamente innecesaria. Y así quedó de manifiesto.

Y no hay que llevarse a engaño. De nuevo la presión de la red ha conseguido frenarla. De nuevo la movilización ciudadana ha conseguido trascender las siempre blindadas barreras de la política. Ha sido gracias a los blogs, a twitter, a facebook, y a todas aquellas personas que se han opuesto, entre ellas algunos políticos.

La ley Sinde es una ley que no resuelve los problemas del autor y que crea inseguridad jurídica a todos los internautas que disfrutan y aprenden con internet. Era una ley pensada por los grandes industriales, para los grandes industriales. A su alrededor se fabricó toda una mitología sobre el internauta y la piratería. Se intentó hacer ver que oponerse a la misma era sinónimo de robar cine y música. Y no era cierto. Como en todo gran movimiento hay muchas posturas, -algunas más transgresoras y otras menos- pero todos los internautas coincidían en que estábamos frente a una ley que dejaba demasiadas puertas abiertas a la censura, y eso no puede ser aceptable.

Algunos miembros destacados del PSOE lo sabían e incluso lo han manifestado públicamente. Eso tiene mucho mérito y debe ser reconocido, pues las presiones -tanto internas, como de la industria- son enormes y su posición no ha sido sencilla.

Y de la misma forma que los internautas dijimos un día que no olvidaríamos a quienes estuvieran detrás de la Ley, también tenemos que reconocer a quienes frente a todos esos intereses han pedido mayor reflexión, tiempo, y diálogo para resolver la gran transformación que vive nuestra civilización en materia cultural.

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