Un informe de Naciones Unidas describe la estrategia de grupos violentos no estatales, incluidos terroristas, extremistas de derecha y del crimen organizado como los carteles mexicanos que están utilizando las redes sociales para difundir su narrativa, aumentar la polarización mundial y la desconfianza de los gobiernos para reclutar adeptos.

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Según el nuevo informe del Instituto de Investigación Interregional sobre Crimen y Justicia de las Naciones Unidas estos grupos han difundido teorías conspirativas sobre el origen del COVID-19 «que generalmente atribuyen a los gobiernos, etnias o religiones (…) y ellos dicen tener «el verdadero conocimiento» sobre el origen del COVID-19″.

El estudio indica que los mensajes a menudo se personalizan para coincidir con la audiencia y las ideologías de estos actores violentos no estatales. Por ejemplo, citan el caso de grupos de extrema derecha de Estados Unidos que «han circulado teorías que culpan a los inmigrantes y extranjeros como los responsables de propagar al virus».

Asimismo, señalan a personas asociadas al ISIS y Al-Qaeda que también han difundido teorías de conspiración que afirman que el virus «es un «soldado de alá» que está castigando a los incrédulos y a los enemigos de los musulmanes».

El objetivo de estas teorías sería socavar la confianza en los Gobiernos, y reforzar narrativas extremistas y estrategias de reclutamiento.

Entre las tácticas empleadas destacan la de crear contenido simple y muy visual como la más común entre los grupos de extrema derecha. Además, para esquivar las medidas de control, evitan el uso de ciertas palabras o símbolos que pueden identificarse fácilmente como parte del «lenguaje extremista».

Otra estrategia sería la de redirigir seguidores y visitantes a canales menos controlados y cifrados. Como en el caso del grupo ultraderechista estadounidense ‘movimiento boogaloo’. Según explican, primero publicó contenidos en Facebook para atraer seguidores, y luego les invitó a unirse a discusiones en redes de aplicaciones de mensajería como los canales de Telegram, «donde era posible compartir materiales más extremos».

Sin embargo, el uso de canales encriptados y menos controlados comenzó antes de la crisis del COVID-19. Citan un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en el que señalan la suspensión de Twitter de más de 200.000 cuentas de extremistas en agosto de 2016 como origen de un «éxodo en línea hacia servicios de mensajería cifrada de extremo a extremo como Telegram, WhatsApp y Viber».

La solución, afirma el informe, para por la información precisa, responsable y confiable para intensificar los esfuerzos colectivos para contener la transmisión de COVID-19.

En concreto, destacan cinco herramientas. Por un lado, la visualización de datos. De manera que, a través del Big Data se puedan visualizar las capas de desinformación, mostrar narrativas interconectadas, detectar sentimientos y cuentas de bots, «para tomar decisiones oportunas basadas en conocimientos visuales».

Por otro, la inteligencia artificial, utilizando algoritmos «para guiar al público a detectar la desinformación» y «detectar en el menor tiempo posible las noticias e informaciones falsas». Así como recurrir a aplicaciones móviles y bots de mensajería que califiquen noticias como «falsas o confiables» para «ayudar al público a diferenciar entre verdades y mentiras dentro de aplicaciones como Whastapp, Viber y Facebook Messenger».

También apuntan a las extensiones para navegadores web que «monitoricen la fiabilidad de los sitios de noticias al navegar y desplazarse dentro de las redes sociales». Y a la educación sobre los medios digitales, para «luchar contra las noticias falsas educando y ayudando a las personas a identificarlas».

El informe concluye que el uso de la tecnología para detectar y desacreditar las noticias falsas debe tener como objetivo «involucrar y empoderar a los usuarios para que puedan comprender el problema y tomar su propia decisión informada sobre lo que es verdad y lo que no».

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