Además de pidiendo un referendum, la blogosfera también analiza la reforma de la Constitución para incluir un techo de deuda desde un punto de vista económico. Se debate sobre las posibilidades, riesgos y consecuencias de fijar un límite al deficit. Y no hay unanimidad. Hay quien sostiene que la medida es neoliberal y un error mientras otros la ven necesaria y hasta de izquierdas. Pero en general se considera que incluirla en la Constitución entraña riesgos.

La Constitución

Manuel Rico en Trinchera digital: «Un vodevil«. Califica de disparate: » el intento de consagrar en la Constitución un corsé ideológico neocon, que no es precisamente una verdad revelada. Economistas de diversas escuelas defienden la necesidad de que el Estado apueste por medidas contracíclicas, algo que dificulta la imposición de un límite de déficit demasiado estricto. El último disparate, en fin, es imponer la reforma sin referéndum».

Roger Senserrich en Materias grises: «Reforma constitucional: buena, por irrelevante«. Destaca: «Tenemos reforma constitucional, parece, y es bastante mejor de lo que esperaba. Y lo es por dos motivos muy simples. Primero, usa los términos adecuados para evitar problemas demasiado espantosos. Y segundo, es de hecho bastante irrelevante».

Jose Rodriguez en Observatori de ciberpolitica: «Addenda rápida sobre la reforma de la Constitucion para limitar el gasto«. Advierte: «Introduce un término peligroso como ??equilibrio presupuestario? para administraciones locales, que si en el desarrollo de la ley se hace ??con el culo? (como es de esperar en este país), va a hacer inoperativa cualquier actuación económica de ayuntamientos medios-pequeños o pequeños. Igualmente, para esta reforma que delega en una ley orgánica la aplicación real del límite de déficit… resulta que podríamos ahorrarnos perfectamente la reforma constitucional que contiene más riesgos sociales y políticos que vía ley orgánica».

Rosa María Artal en el Periscopio: «¿Una Constitución neoliberal sin referendum?» Sostiene: «implica consagrar el neoliberalismo en nuestra Carta Magna, segando el camino a cualquier progresista que pueda llegar en un futuro al Gobierno. Es un error monumental que ni siquiera la ??Biblia? neoliberal, el Wall Street Journal, consideraba que fuera posible en la vieja Europa».

Georg Kantor en Equilibrio social: «Limitación constitucional del endeudamiento público«. Subraya: «El endeudamiento público es un método para que los políticos del presente se apropien de los impuestos del futuro. Al restringir el endeudamiento público, no se atenta contra la soberanía del pueblo. Por el contrario, se evita que los políticos y ciudadanos del presente expropien la soberanía popular del futuro. El endeudamiento público es un golpe de Estado económico, y por ello es necesaria su limitación constitucional.»

Enrique Dans: «Terminó el verano ¿Ha cambiado algo?«. Habla de : «Un final de legislatura vergonzoso y en modo ??sálvese quien pueda? pretende llevarse por delante, en función de difusas amenazas no especificadas, cuestiones tan importantes como el que una reforma de la Constitución se haga sin referendum ni intervención de los ciudadanos, precisamente cuando muchos ciudadanos querrían cuestionar los cambios que se pretende introducir o muy posiblemente pensar en introducir otros».

Felipe Romero en Divergencias: «El techo de endeudamiento, una oportunidad para la izquierda«. Dice: «lo que nos «regala» esta oportunidad a la izquierda es cuestionar los pilares del capitalismo de ficción y sus consecuencias: cuestionar la política de endeudamiento, aunque sea en un primer momento a nivel de la administración pública, significa cuestionar el crédito, y si cuestionamos el crédito, que es la gasolina del capitalismo, cuestionamos la dinámica insensata de consumo, que es el actual elemento vertebrador del capitalismo».

Borja Ventura en Blog de nota: «Reformas necesarias y reformas vergonzosas de ultima hora» Apunta: «Controlar el déficit por ley, aunque pueda costar muy caro a una izquierda en disolución, es muy necesario. No tanto por el Estado, que también, sino para esa cantidad enorme de dinero inexistente que ha salido para nunca volver de las instituciones autonómicas y locales. Ahora bien, camuflar las cifras del paro facilitando la contratación basura y repitiendo la fórmula liberal del Ejecutivo anterior no parece una apuesta propia de un Gobierno progresista».

Hugo Martinez Abarca en Quien mucho abarca: «El reformazo y la lógica clásica«. Defiende: «han acordado el PSOE y el PP que en la Constitución queda feo poner numeritos, pero que en 2012 se aprobará una Ley Orgánica (con los votos a favor de PSOE y PP) por la que el Estado central no podrá endeudarse en más del 0.26% ni las autonomías en más del 0.14%. Es decir, hay números comprometidos y suponen el final del margen de maniobra en época de crisis: si bajan los ingresos se desmantelan inmediatamente los servicios sociales».

Iñigo Saenz de Ugarte en Guerra Eterna: «Un referendum imprescindible para impedir una estafa«. Consdiera que «Hasta medios tan revolucionarios como The Economist y Financial Times, bien que con la boca pequeña, han reconocido en alguna ocasión que es difícil que medidas estructurales de austeridad puedan ser viables a largo plazo sin tener el apoyo de la opinión pública. Al menos, en una democracia. Aprobar esta reforma constitucional a espaldas de los votantes, por un Parlamento legítimo pero que ya está haciendo las maletas, es una estafa a los ciudadanos.»

Jose Carlos Diez en El economista observador: «Regla del deficit y el peligro de las ideas«. Defiende: «Lo que es neoliberal es el déficit crónico y el ejemplo son Reagan y los Bush que nunca tuvieron equilibrio en sus cuentas. El déficit público crónico es el colesterol que deteriora las arterias de la democracia. Un proyecto progresista debe perseguir un nivel adecuado de servicios públicos de calidad y garantizar la igualdad de oportunidades. Pero el gasto público debe ser eficiente y financiarse de manera estable a lo largo del ciclo que es lo que persigue la regla».

En Ruina imponente: «Control de daños«. Apuntan: «Consagra el fin del Estado español como un ente económicamente soberano sin siquiera ofrecer como contrapartida una institución paneuropea que haga que los ciudadanos españoles puedan tener algo que decir sobre la manera en la que su economía es gestionada. Por si mismo, efectivamente, un techo de gasto no tiene que ser de derechas. Pero sumado al paraíso del dumping fiscal en la que se ha convertido esta Unión Europea, el techo de gasto se convierte en una barrera de facto para evitar que el estado gaste dinero en cosas supérfluas, como guarderías, centros de salud, planes de pensiones, la ciencia…»

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