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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

El Pais, hoy, en su Editorial «Huelgas con rehenes», sobre la huelga de Metro de Madrid:

«El derecho de huelga, que nadie cuestiona, implica la obligación de respetar la legalidad: los servicios mínimos son una garantía de proporcionalidad entre ese derecho y el de los usuarios de servicios públicos esenciales: dos millones diarios en el caso del Metro de Madrid».

Nada «justifica la inflexibilidad de un comité de empresa que anuncia con toda tranquilidad que no respetará la legalidad, y una parte del cual amenaza incluso con convertir la huelga en indefinida. Caiga quien caiga, es decir, a despecho de dos millones de usuarios damnificados directos, y los aún más numerosos atrapados por el gigantesco atasco en que se convirtió la capital de España. ¿Es así como piensan convencer a los ciudadanos de que se sumen a la huelga general?

Reconozco que tengo una contradicción interna sobre este tema. Por una parte entiendo lo que dice EL PAIS y opinan muchos ciudadanos: Los pasajeros no han sido responsables de los recortes pero están sufriendo sus consecuencias.

Por otra parte tengo la percepción, que ya viene de lejos, de que las huelgas al uso están  perdiendo su eficacia, han sido absorbidas por el sistema y han sido reconvertidas por el poder en algo inutil, casi folclórico.

Hasta tal punto llegó la esperpentización, que un alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, del PP, propuso la construcción de una manifestódromo para que las movilizaciones no interfiriesen la vida de la ciudad. «En un manifestódromo, hombre de Dios, no hay protesta, sino apariencia de protesta», -contestó Juan José Millás entonces.

En situaciones como esta en las que me divido en contradicciones, tiendo a colocar las cosas en una balanza. No resuelve pero ayuda bastante. Y el peso de los platillos me lleva a aceptar con paciencia la huelga del Metro.

Al fin y al cabo la culpa no es del que se manifiesta, sino del que les ha empujado a hacerlo rompiendo  la ley y lo pactado. ¿Alguien puede explicar -se pregunta Gregorio Gordo en su blog- porque el Metro de Madrid ha pasado en escaso tiempo a aumentar la plantilla de directivos un 17%, adelgazando la plantilla de quienes dan directamente el servicio?

Lo digo para que miremos a la luna, no al dedo que está señalándola, como suelen hacer algunos.

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