«¿Está usted de acuerdo en apoyar un proceso de final dialogado de la violencia si previamente ETA manifiesta su voluntad inequívoca de poner fin a la misma de una vez y para siempre?».»¿Está usted de acuerdo en que los partidos vascos, sin exclusiones, inicien un proceso de negociación para alcanzar un acuerdo democrático sobre el ejercicio del derecho a decidir del pueblo vasco y que dicho acuerdo sea sometido a referéndum antes de que finalice el año dos mil diez?».

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«Tras leerlo, y antes incluso de analizar su legalidad o ilegalidad, o su sentido político, nos preguntamos sinceramente: ¿para qué se supone que va a servir esto?, es decir, ¿qué problema cree el lehendakari que se resuelve? ¿Qué nudo se desanuda? ¿Qué horizonte se despeja? Recordamos perfectamente cuando comenzó a esbozar su proyecto. Decía entonces que Euskadi vivía en una situación de bloqueo y que un lehendakari tenía la obligación de intentar desatascarla. Alumbro su plan, y lo abrazo como Saulo de Tarso abrazó la fe en Cristo. Desde entonces han pasado muchas cosas, pero ninguna de ellas ha sido incluida en su análisis de la realidad. Es como si, para él, el tiempo se hubiera detenido. Hoy ya no hay nadie que pueda esperar de su consulta el efecto balsámico que serene a la sociedad vasca, que acerque a los ciudadanos a una posición más convergente. Más bien, cabe vaticinar lo contrario. Y lo que no es vaticinio sino evidencia es que hace un regalo maravilloso a ETA, una causa concreta que defender, por mucho que en la primera pregunta Ibarretxe coquetee con una condena que no se atreve a llamarse así, y que no es sino un paseo por los cerros de ?beda. En fin, en el primer sueño de Ibarretxe, hace unos cuantos años, esta consulta buscaba solucionar un problema de Euskadi. Hoy busca solucionar un problema del propio lehendakari: que se ha perdido en el laberinto que el mismo diseñó y que, y esto es lo peor, ha encerrado en él a su partido.»

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