Al parecer la reunión de Washington va a terminar siendo nada más que un paso hacia lo que sea la voluntad política de Barack Obama. 

No parece muy probable que George W. Bush vaya a desarrollar la participación activa y el liderazgo necesarios para cambiar los poderes de ciertas instituciones internacionales de intervención del sector financiero.

Más exactamente, es muy improbable que el actual Presidente de EE.UU. vaya a proponer aumentar el poder de estos organismos internacionales. Con casi total seguridad, y rozando el absurdo, no va a tolerar la redistribución de poderes con el propósito de aumentar la reglamentación del comercio internacional en el mercado financiero. Y, definitivamente imposible que las reconociese como instituciones por encima de sus tribunales de justicia (al modelo UE). 

Uno de los planes concretos impulsado por los economistas progresistas, como Krugman o Thomas L. Friedman, incita a la reforma del FMI y pueden terminar es su transformación en una organización equivalente a la FDA en America o la EMEA en Europa.

Otras instituciones como el Banco Mundial no tienen un futuro tan claro. Es la confirmación al viejo temor que siempre suscitó esta otra organización, que por no influir en la libre competencia no logró salvarse de sí mismo, con las notables ayudas de los economistas  conservadores, como Paul Wolfowitz o el mismo Paulson.

Uno de los problemas que tienen todos estos formidables, emocionantes pero también peligrosísimos cambios es que los términos economicistas no solamente no le dicen nada al ciudadano, sino que producen desconfianza y apatía.  Barak Obama por el momento ha demostrado dotes fantásticas para la comunicación. Aunque algunas de las posturas respecto de estas dos instituciones son conocidas, no creo que nadie pueda asegurar, de antemano y sin preguntarle expresamente, qué es lo que va a hacer en este foro. Una posibilidad revolucionaria y definitiva sería la honradez y la honestidad llevarlo hasta la ONU.

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