E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Los Republicanos se desenvolvían bastante bien solos como el Partido del No. ¿Por qué deciden entonces hacerse un nuevo nombre como el Partido de las Estupideces?

Vale, estoy pecando de falso. Las mentes curiosas pedían saber qué proponía hacer exactamente el Partido Republicano si los electores le confiaban el control de una o las dos cámaras del Congreso. Pero si la «Garantía para América» dada a conocer el jueves es lo mejor que los legisladores Republicanos saben proponer, harán mejor en seguir echando pestes del «socialismo gradual» mientras se niegan a dar detalles.

El problema de la Garantía es que las cuentas no cuadran ni de lejos. El documento es tamaña ensalada de contradicciones que es difícil imaginar que pueda convencer a alguien que haya aprobado la aritmética de octavo — a menos, quizá, que los Republicanos tengan algo en mente de lo que no han hablado aún.

La Garantía se presenta como un plan para «generar empleo, atajar la incertidumbre económica y hacer más competitiva a América». Suena a iniciativas valiosas, pero el Partido Republicano también promete «detener el desbocado gasto público y reducir el tamaño de la administración». La mayoría de los economistas dirán que ahora mismo, teniendo en cuenta el alcance de la incertidumbre económica que sacude a la nación, esos objetivos son mutuamente excluyentes. No importa, supongo yo, puesto que la Garantía tampoco cuadra.

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Para generar empleo, los Republicanos prometen hacer permanentes todas las bajadas tributarias de la administración Bush — en contraste con la postura de los Demócratas, que consiste en hacer permanentes los recortes fiscales destinados a la clase media pero permitir que los tipos impositivos vuelvan a los niveles de la era Clinton en el caso de los hogares de renta superior a los 250.000 dólares al año. El Partido Republicano también concederá a los pequeños negocios una deducción fiscal del 20% de sus beneficios. La Garantía también juega con la promesa Republicana perenne de limitar «la excesiva regulación federal».

Pero por parte del gasto, el partido acometerá un buen número de acciones que destruirán empleo de forma inmediata. Los Republicanos proponen una moratoria a la contratación de funcionarios federales — a excepción de los sectores de la seguridad y la defensa. Dado que el sector privado no está contratando, una moratoria al empleo en el sector público no hará sino garantizar que el paro permanece más elevado de lo que habría estado. La Garantía también propone el embargo de cualquier fondo público de la batería de estímulo económico del año pasado que no haya sido destinado aún — dinero pensado para conservar los empleos de los peones de la construcción, los profesores y los bomberos entre otros.

Si los estadounidenses contratados por la administración federal o pagados con dinero del estímulo se quedan en el paro, no van a tener dinero que gastar en bienes y servicios — y enfrentándose a una menor demanda de sus bienes y servicios, las empresas no van a contratar ni invertir en instalaciones nuevas. ¿En serio quieren los Republicanos devolver a la recesión la economía, o no se han leído el documento difundido en su nombre?

Hay mucho más. Simplemente expongo lo más deshonesto — o siendo caritativos, lo menos sincero — de las muchas esperanzas contenidas en la Garantía para América. Los Republicanos dicen querer reducir el «masivo» déficit federal. Es un objetivo noble de verdad. Pero el plan está trufado de medidas que aumentan el déficit, no lo reducen.

La mayor quizá no es solamente ampliar las bajadas tributarias, sino hacerlas permanentes. Durante la próxima década, esta medida añadiría al déficit alrededor de 4 billones de dólares. La noción de los Republicanos de que recortar el presupuesto federal de alguna manera va a compensar la diferencia es ridícula. La Garantía exime la defensa, el gasto social y la servidumbre de la deuda — los integrantes más sustanciosos del presupuesto federal — y se centra en el gasto «administrativo», que recortará el déficit «en 100.000 millones de dólares por lo menos sólo en el primer año». Ya, claro.

Sacar todo ese dinero del presupuesto administrativo no destinado exigirá recortes draconianos en programas como las becas de educación, de los que han terminado dependiendo tanto los estados Republicanos como los Demócratas. No va a pasar. E incluso si lo hiciera, el impacto sobre el déficit palidecería en comparación con el de las bajadas tributarias.

Algo raro: La «Promesa de América» menciona la fórmula «seguridad social» sólo un par de veces de pasada. Si el Partido Republicano llegase de alguna forma a implantar su plan íntegro, una de las únicas formas concebibles de salvar al país de la insolvencia sería acometer cambios radicales en la seguridad social — privatizando tal vez el programa, cosa que George W. Bush trató de hacer y no logró. ¿Es eso lo que tienen en mente los Republicanos?

Esa sería la cuestión a plantear antes de noviembre. Creo que a unas cuantas personas les gustaría conocer la respuesta.

© 2010, The Washington Post Writers Group

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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