Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Aún monto en bicicleta. Hago 20 kilómetros, varios días a la semana, y mientras escucho música — el servicio Pandora de mi iPhone. He creado un canal temático de folk rock. ?ltimamente ha interpretado repetidamente el título de Neil Young ??Ohio?: «What if you knew her and found her dead on the ground?» En la bici, tengo que reprimir una lágrima.

??Ohio? cumple 40 años, y la he escuchado una y otra vez. Trata del asesinato en 1970 de cuatro estudiantes de la Kent State University durante una manifestación contra la Guerra de Vietnam. Los asesinos eran cuatro varones igualmente jóvenes de la Guardia Nacional de Ohio. Yo estuve en tiempos en la Guardias Nacional. ¿Cómo pasó esto? ??This summer I hear the drumming. Four dead in Ohio?.

Las colinas me obligan a bajar la marcha. Las supero, yendo tan despacio que cuando la canción entra puedo escuchar a propósito la letra. El trozo sobre la mujer muerta sobre el suelo golpea con fuerza de conmoción. Me parece que la conocía. Uno de los cuatro muertos era Allison Krause, e iba a clase en el Washington metropolitano. Su padre, Arthur Krause, me llamaba a veces. Arthur había consagrado su vida a buscar justicia para su hija. Tendría que haber sabido lo que le esperaba. Era un superviviente del Holocausto.

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El sábado, sobre la bici, escuché a base de bien: ??Tin soldiers and Nixon coming. We??re finally on our own. This summer I hear the drumming. Four dead in Ohio?.

Había sido periodista de crónica en la época en la que tuvieron lugar los crímenes y para mí fueron un notición. Anhelaba la oportunidad de cubrirlos, pero era joven y no tenía experiencia y los púgiles periodísticos salieron de la sala de prensa como alma que lleva el diablo, agarraron un taxi, se subieron de un salto al avión y redactaron la crónica — la crónica. La crónica que dará sentido.

Pero ya no es noticia y de esa forma, sobre la bici, el horror integral de ella salía a la luz: Dios mío, soldados estadounidenses habían abatido a estudiantes universitarios estadounidenses. Esto no era China, ni la Plaza de Tiananmen, y no es Irán y las concentraciones pro-democracia del año pasado — no es ninguno de esos sitios. Esto era América, apenas ayer (fíese de mí) y aún así había pasado. ¿Cómo? Pensé detenidamente y luego recordé. Las balas habían matado a esos chavales, claro — pero fueron alcanzados, en cierto sentido, desde la boca de los políticos.

El gobernador de Ohio, James Rhodes, demonizaba a los manifestantes. Ellos eran «peor que los milicianos Nazis y el elemento comunista… Vamos a utilizar la contundencia que sea necesaria para sacarlos de la Kent».

Así era el lenguaje de aquella época. Y ahora es el lenguaje de la nuestra. Es el idioma de Glenn Beck, que hace un fetiche de los izquierdistas y llama racista a Barack Obama. Es el idioma de la indignación que alimenta a gran parte del movimiento fiscal y es la suma total del mensaje de campaña entero de Carl Paladino en Nueva York. Es toda esta conversación de «recuperar América» (¿de quién?) y esta indignación rudimentaria dirigida contra los inmigrantes y, por supuesto, esta rabia sin refinar contra los musulmanes, amasada por políticos como Newt Gingrich y Rick Lazio, habiendo sido derrotado el segundo por Paladino por culpa de, entre otras cosas, no estar lo bastante indignado. «Voy a expulsarlos», prometía Paladino en una concentración del movimiento fiscal celebrada en Ithaca, N.Y.

Allá por la era de la Guerra de Vietnam, la izquierda también se valía del lenguaje desagradable y recurría a la violencia. Pero la derecha, como es costumbre, privaba de su ciudadanía al movimiento pacifista. Convertía la disidencia en traición que, en cierto sentido, era la peor traición de todas. Convertía a los disidentes en el «otro» famoso que no tenía nada que ver con el resto de nosotros. Ellos no eran oposición; eran el enemigo: Fire!

Sobre la bicicleta, recordaba aquellos días y me preguntaba si no habrían vuelto. Palos y piedras pueden romper huesos, pero las palabras — refutación monótona aparte — matan. Perdemos presidentes por palabras y líderes de los derechos civiles por palabras — también homosexuales e inmigrantes y médicos abortistas. Richard Nixon es mencionado en la canción porque era presidente en aquella época y porque sus palabras eran desagradables. Estaba fascinado por la dureza y la violencia.

Escucho la canción más clara ahora que nunca. Es el sonido distante de nuestro pasado no tan distante, pero una advertencia clara de nuestro futuro. Four dead in Ohio. No es sólo una canción. Una lección.

Richard Cohen
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