Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Es posible que el talento más destacado de Sarah Palin es que no tiene ninguno en absoluto. Ella existe para amigos y enemigos en la misma medida como figura fantástica. Para la izquierda, ella es un presagio de la llegada del gobierno de extrema derecha que temen se avecina. Y para la derecha, ella es el líder – todo instinto y nada de sofisticación – que sabían algún día llegaría para sacar a Estados Unidos de su presente desierto socialista. La pena para ambas partes es que en realidad, y ya no hablemos de las encuestas, ella decepciona estrepitosamente.

Empiezo con la izquierda. Allí, Palin se ha comparado con Pierre Poujade, el populista francés que medio siglo atrás creó un movimiento de pequeños comerciantes y agricultores. Estaba marcado por el antisemitismo, el antiamericanismo (el rumor que circulaba era que la Coca-Cola había comprado la Catedral de Notre Dame) y, como ahora puede parecer evidente, adolecía de estupidez. La etiqueta poujadismo indica intolerancia, una forma blanda de fascismo.

La primera relación que puedo encontrar entre Palin y Poujade llegaba en un artículo de Jonathan Raban publicado en el London Review of Books. Desde entonces (2008) ha habido otros – alrededor de 1.420 resultados en Google – y más recientemente un ensayo publicado el 2 de febrero en el New York Times firmado por Robert Zaretsky, profesor de historia de Francia. Señala algunas diferencias entre los poujadistas y los amigos del movimiento de protesta fiscal y entre Poujade y Palin, pero sin embargo concluye que tienen mucho en común. «El movimiento poujadista… guarda un estrecho parecido con nuestro propio movimiento de protesta fiscal». Fue esta afirmación lo que trajo cola.

Para algunos en la izquierda, hay algo extrañamente reconfortante en esa vinculación. Se valida la siniestra visión de América que tienen ellos como un país siempre a punto de decantarse por la extrema derecha. Es un país que yo no reconozco, pero no importa. Para estos izquierdistas, Estados Unidos tiene por norma general la culpa de las guerras, es avariento en los intercambios comerciales y está controlado por los plutócratas del sector de la banca o bien por los paletos de la clase media.

Pero al margen de lo que Palin y Poujade tengan en común, difieren a este importante respecto: el movimiento de Poujade era estrictamente piramidal. ?l lo creó y se llama así por él. En el caso de Palin, fue el políticamente avaricioso de McCain quien le dio la oportunidad de la fama del segundón – tras lo cual ella se lució. Soltó las cosas más alucinantes en materia de política exterior (Alaska está cerca de Rusia, etc.), más tarde contó mentiras piadosas sobre tribunales de eutanasia y, en general, hizo una improvisación digna de la proverbial boba. Fue una actuación notable.

Lamentablemente, para derecha e izquierda en la misma medida, Palin no es una líder. Ni fundó ni encabeza ningún movimiento y, que se sepa, tampoco tiene ideas propias. Ella es un refuerzo psicológico, satisface la apremiante necesidad narcisista de su público de que se les diga que tienen razón al pensar así. Ellos miran y se ven a sí mismos. Qué bonito es el amor.

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En cuanto a la derecha, también se niega a ver a Palin tal como fue. Un grupúsculo de neoconservadores, mareados probablemente en un crucero por las costas de Alaska, desembarcó y se quedó mudo – literalmente – ante el carisma evidente de Palin. Para algunos de ellos, se trataba de un caso claro de lo que Freud llamó desorden del gentil (ver arriba), mientras que para otros debe tener algo que ver con el salmón. Sea como fuere, algunos creyeron haber descubierto el perfecto cascarón (vacío) para conservar el control del Partido Republicano y la mayoría de los Estados Unidos, con la posible excepción de los B-Demócratas – Boulder, Berkeley y Brooklyn.

Tanto derecha como izquierda tenían sus prismas ideológicos para ver a Palin. Mientras tanto, para consternación de sus admiradores y detractores por igual, el pueblo estadounidense evaluaba continuamente a Palin y finalmente la semana pasada dictó sentencia: no está preparada para la máxima audiencia. Un sorprendente 71 por ciento dijo a los encuestadores que no veía a Palin cualificada para la presidencia. No podía ser de otra manera.

La dama de Alaska es una farsa. Se ha vendido por dinero, abandonando un cargo público para sacar tajada del pastel. Manifestó sus credenciales de autenticidad, su antipatía tanto hacia el estamento como a los medios de referencia – y luego se buscó un negro literario, un agente literario y un contrato de tertuliana (en Fox News). Es rica, famosa durante los 15 minutos metafóricos que Andy Warhol nos asignó a todo el mundo y, debatiendo con todos, se forja su camino al olvido. No era ni una amenaza (la izquierda) ni una oportunidad (la derecha), sino sólo una fantasía – hasta que el pueblo estadounidense encendió la luz.

Richard Cohen
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