Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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«Tengo envidia insana del movimiento de protesta fiscal tea party. Hay poco del movimiento real que me guste y hay ciertos miembros a los que aborrezco, pero me da envidia el aire de designio que tiene, su determinación y su convicción vigorizante de que tiene toda la razón. A su manera, enarbola una bandera confederada carmesí mientras la del Presidente Obama es de un gris oscuro macilento – la bandera mortecina de una confusión ideológica.

Obama sería buen jefe de gabinete en la Casa Blanca, pero como presidente carece por completo de picardía política. Nunca supo cómo ponerse por delante del movimiento de protesta fiscal. Nunca tuvo claro cómo orientar — ni crear — a su propio electorado. Envites Republicanos capaces, carece de herramientas de demagogia. Intenta resolver problemas en lugar de, caso de los Republicanos, crearlos. Barack Obama no causa aflicción.

Aún así, Obama llegó a la Casa Blanca en un momento difícil para ser Demócrata. Washington se ha puesto patas arriba. La formación de izquierdas, los Demócratas, se ha vuelto conservadora. Sus legisladores quieren conservar la seguridad social y conservar el programa Medicare de los ancianos y conservar una avalancha de programas más que se han convertido en la patata en la boca de electorados importantes.

Los Republicanos del movimiento fiscal, por contra, dicen ser conservadores pero en realidad son radicales — puede que incluso nihilistas. Destruirán antes que alcanzar compromisos. Están borrachos de ensoñación acerca del gobierno intervencionista y la pequeña empresa y las virtudes de unos presupuestos equilibrados, sin importar el daño que cause todo eso a una economía ya enferma. En otros tiempos, las personas con esta mentalidad gritarían «Poder al pueblo» o algo parecido porque un buen lema es más convincente en cualquier circunstancia que el análisis detenido. Como suele decirse, eso viene en los libros.

Obama es el presidente del hastío político. Digo esto por empatía. Es como muchos de nosotros, post-ideológico. Las causas movilizadoras de ayer han desaparecido — los derechos civiles, el derecho de sufragio, los derechos de la mujer o la fiebre pacifista de la era de Vietnam. Hasta los derechos de los homosexuales han perdido su urgencia. Los homosexuales ocupan cargos públicos en la administración y en determinados estados pueden contraer matrimonio. El resultado de esta lucha no se cuestiona.

El gancho electoral de Obama era «Cambio». Se suponía que sugería fin de la política por la política. Basta de legislaciones para grupos de interés. Basta de puentes a ningún lado. Pero desde el programa New Deal, los Demócratas vienen siendo el partido de los programas. Ellos destinan el dinero público, y ahora no queda realmente dinero que destinar. Para los Demócratas, es un reto considerable. Se les ha agotado la innovación política.

Al movimiento de protesta fiscal tea party, no. Sé con precisión lo que quiere hacer. Se mantiene en brillante contraste con Obama, que parece vagamente incapaz de articular cualquier cosa. Tiene ideas para aburrir, pero son simplemente curiosidades que no están alimentadas por la pasión ideológica. Gustaba. No encantó. Afganistán es el epítome del Obamismo: más efectivos, y luego menos efectivos, y el objetivo no es ganar, simplemente cortar de forma que no parezca una derrota. Es una política vaporosa, una guerra en la línea de la emprendida en Libia, que tendría que haber acabado a estas alturas si Estados Unidos no hubiera detenido su participación activa. ¿?l quiere ganar? ¿Le preocupa perder? ¿Cuál es la causa? Las guerras de Obama carecen de música.

Lo curioso del movimiento de protesta fiscal tea party es que utiliza a Washington para atacar a Washington. Es la versión de la observación de la filósofa Hannah Arendt de que los movimientos totalitarios se valen de las instituciones democráticas para destruir la democracia. (Esto es lo que los radicales islámicos van a hacer en Egipto). Observe que el movimiento de protesta fiscal está lejos de tener la mayoría — ni en la Cámara ni en el Senado. Sus seguidores ocupan solamente 60 escaños entre los 435 legisladores de la Cámara, pero en un manual de aplicación del poder político fueron capaces de valerse del reglamento parlamentario para orientar la agenda legislativa. Como sabemos desde los tiempos de Lenin, una minoría decidida es mejor que una mayoría indecisa con diferencia.

El movimiento de protesta fiscal ha reducido de forma imprudente el poder y alcance de los Estados Unidos. Ha contraído la administración pública y, de poder, la privará de recaudación aún más. La economía nacional sufrirá y la brecha entre ricos y pobres, los que tienen formación y los vagamente escolarizados, seguirá creciendo. Las relaciones internacionales carecerán de un poder dominante capaz de hacer valer el estado de derecho, y los malos serán más libres de ser tan malos como quieran. A lo mejor el déficit es metido en cintura, pero nada más lo será. Me preocupa – y envidio (pero no perdono) a los que no.

Richard Cohen
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