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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

 

Parece que aquellas palabras de Alfredo Pérez Rubalcaba -«la policía busca resolver problemas, no crear más problemas»- han cobrado un nuevo sentido en manos de Camacho. Hoy es el sucesor, el que los está creando. El pulso que mantiene Interior y por extensión el gobierno, contra los indignados es vergonzoso para todo aquel que dice soñar con una ciudadanía crítica.

Las cargas policiales contra ciudadanos indefensos, la negativa de los policías a facilitar su número de identificación  (tal y como se aprecia en el vídeo), o la detención de un periodista que cubría los acontecimientos para LaInformación.com son impropias de un país democrático y de un gobierno que dice «sintonizar» con las demandas del 15-M y sus protagonistas.

¿Qué sentido ha tenido sitiar el centro de Madrid para evitar la concentración de indignados? ¿proteger a algunos  «comerciantes»? ¿a cuales? ¿Y cuál ha sido el resultado?

¿Qué daño real representaban ciudadanos que sólo piden mejoras para la democracia? ¿Qué clase de demostración de fuerza absurda es enviar antidisturbios a defender una simple plaza de sus legítimos propietarios, los ciudadanos?

Los excesos de la delegación del gobierno y la nefasta gestión del conflicto por los nuevos responsables del ministerio han reavivado un movimiento que ya había manifestado su intención de ir saliendo paulatinamente de Sol. Y si el gobierno estaba preocupado por la reactivación del mismo, debería haber tratado de empatizar con las demandas de los indignados, e incluso haberles ofrecido medios para poder trabajar en condiciones en la propia plaza o fuera de ella.

Si uno tiende la mano, y es rechazada, después puede argumentar aquello del callejón sin salida pero ¿acaso ha hecho algo el gobierno, el ministerio o el ayuntamiento por los indignados?

Si de lo que se trataba era de proteger a algunos de esos comerciantes, mal identificados y «supuestamente dañados», por la presencia de miles de personas -algo bastante dudoso-,  el resultado no ha podido ser más estúpido.

Si este fuera un país con sentido común, la delegada del gobierno y el ministro estarían en la calle después de la grotesca actuación de los últimos días.

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