Una investigación sobre el papel del SNCB, la Sociedad Nacional de los Ferrocarriles Belgas, en los convoyes ferroviarios de deportación asegura que fueron cómplices y recibieron cuantiosos pagos nazis por trasladar a judíos, gitanos, combatientes de la resistencia y trabajadores forzados a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Fueron en total casi 190.000 los deportados a Auschwitz por la compañía belga por los que recibió 50 millones de francos belgas sin que hubiera resistencias, ni protestas en la SNCB.


Entre 1942 y 1944, la SNCB organizó 28 convoyes ferroviarios desde el centro de internamiento de Malinas hasta el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Hubo 189.542 trabajadores forzosos belgas llevados en esos viajes de los cuales 25.490 eran judíos, 16.081 presos políticos y 353 gitanos y solo el 5% sobrevivió. Esta es la conclusión de una investigación sobre el papel del SNCB en los convoyes ferroviarios de deportación presentada el pasado 8 diciembre ante el Senado belga por el historiador Nico Wouters, director del Centro de Estudios de la Guerra y la Sociedad (Cegesoma) de Bélgica.

El estudio desvela que estos transportes se facturaron al ocupante y hubos pagos nazis en aquella época por valor de unos 50,7 millones de francos belgas. Detalla que la mayoría de las deportaciones tuvieron lugar en los llamados trenes especiales Sonderzüge, que circulaban fuera de los horarios habituales y que eran controlados por militares nazis.

Bélgica fue invadida por la Alemania nazi en mayo de 1941 y un mes después las autoridades belga decidieron colaborar con las fuerzas de ocupación aplicando la doctrina Galopin o del mal menor y relanzaron el servicio de ferrocarriles para garantizar el abastecimiento de Bélgica. La investigación de Wouters señala que hubo una «sumisión tácita» a la presión y el control de Alemania y que las deportaciones a Auschwitz sin que hubiera practicamente protestas del personal y con el propio consejo de administración de la SNCB admitiendo que le resultaba «fácticamente imposible negarse».

Se señala que la compañía ferroviaria consideró estos «servicios prestados» a las fuerzas de ocupación nazi como un precio necesario para mantener el transporte y el suministro de alimentos en Bélgica. Aunque esta «docilidad» ahora haya creado una gran polémica en Bélgica y el ministro de Movilidad, Georges Gilkinet, ha propuesto crear un «consejo de sabios» para considerar los próximos pasos a seguir ante estas revelaciones y estudiar posible indemnizaciones a las familias de las víctimas.

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