La actuación israelí en Gaza, que hoy ha incluido el bombardeo de un centro de refugiados de Naciones Unidas con decenas de muertos, nos recuerda que un problema -capaz de desencadenar un conflicto mundial- está fuera de control. Ningún organismo internacional, ningún despliegue diplomático fue capaz nunca de asegurar que ese polvorín no fuera a explotar. Ninguna resolución de la ONU fue jamás obedecida. El tiempo pasa y los intentos se suceden pero este viejo contencioso se agarra a sus raices milenarias, a sus mitos y se resiste a cualquier racionalización. Hoy la locura es israelí, mañana o ayer Palestina. Y los volveremos a encontrar enredados en una maraña que puede incluir desde el pasado remoto hasta el hoy mismo en una secuencia de agravios que no cesa. […]

Alguien debería «redefinir conceptos como el de víctima o verdugo. En el mundo actual todos se proclaman víctimas para acto seguido disponer de bula para actuar como verdugos. De ahí se dereiva una gran confusión pero siempre servirá como pista el dato más tradicional. Un pueblo enjaulado y en la miseria es más probable que sea víctima que verdugo…»

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La segunda gran evidencia que nos trae la actualidad, con el control ruso de su gas, es la fragilidad de  nuestro progreso. Una dependencia energética de la que no paramos de hablar pero que nunca afrontamos en serio. Europa entera, y España por tanto también, vive con respiración asistida pero actúa como si no fuera así.

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