Son muchos los palestinos de Cisjordania que trabajan en el sector de la construcción israelí. Configuran la mano de obra más barata en la región y por ello a menudo son ellos los encargados de levantar las viviendas para los colonos de los asentamientos judíos donde, una vez construidas las casas, no se permitirá la entrada a ningún palestino. El Estado israelí también contrata a los baratos palestinos para construir carreteras en Cisjordania que unen unas colonias con otras y a éstas con Jerusalén y que son de uso exclusivo para los israelíes. Es decir, los palestinos no pueden ni circular por ellas ni siquiera cruzarlas. Pero sí construirlas

  Esta mañana en Jerusalén un hombre -probablemente un palestino de Jerusalén Este- ha sacado una excavadora de unas obras cercanas a la calle Jaffa en las que se cree que trabajaba -y en las que se está construyendo una línea ferroviaria que unirá un asentamiento de Cisjordania con la Ciudad Santa- y con ella ha comenzado a arrollar vehículos y peatones. De esta forma ha matado a tres personas y herido a más de cuarenta, hasta que un policía israelí se ha subido a la excavadora y le ha disparado con un arma corta provocando su muerte instantánea.

  Tres grupos armados palestinos han asumido la autoría del ataque, aunque la policía israelí no descarta que el palestino actuara solo y de manera espontánea. De inmediato el Parlamento israelí ha aprobado dos leyes que permiten anular la ciudadanía de todo árabe-israelí relacionado con actos violentos, así como eliminar el permiso de residencia en Jerusalén Este de todo palestino que tenga conexión con el terrorismo. El alcalde de Jerusalén ha indicado que ??los atacantes no paran de encontrar nuevos modos de atacar el corazón del pueblo judío en Jerusalén?.

  La periodista y escritora israelí Amira Hass habla a menudo de la violencia de la abundancia. En una ocasión -refiriéndose a los atentados suicidas- escribió esto:

??La minoría de los que se causan daño a sí mismos, como la mayoría de quienes no lo hacen, son víctimas de una violencia que el Primer Mundo pasa a menudo por alto, a no ser que sus repercusiones les golpeen en la cara (en forma de protesta política organizada, secuestro, robo o actos de terror). Es la violencia de la abundancia. Si no se hallase en las manos de unos pocos, la abundancia no sería tal; sería lo normal, y nadie le prestaría atención. Pero para los desposeídos, la abundancia (?) encarna todas las formas históricas posibles de discriminación y explotación, (?) la violación del principio básico de igualdad entre las personas.Quien vive en la carencia y experimenta la agresión insultante de su continua presencia se convierte de forma natural en sociólogo, psicólogo y filósofo, aunque no domine la jerga apropiada. Ihab al-Ashkar, activista de Al Fatah (?), solía decir a sus interrogadores y carceleros: ??¿Sabéis cuál es vuestro problema, israelíes? Pensáis que sois distintos de nosotros, como si no hubiéramos nacido, lo mismo que vosotros, tras pasar nueve meses en el seno materno?.

     No puedo evitar pensar en la violencia de la abundancia ante el acto violento llevado a cabo esta mañana con una excavadora, un instrumento símbolo de la ocupación israelí, manejado tantas veces por palestinos desposeídos condenados a ser partícipes de su propia ocupación. Tratar de comprender las causas de la violencia no supone justificarla. Es más bien un intento por terminar con ella. Sin embargo, en Israel y los territorios ocupados la violencia habita en un bucle infinito. Es probable que, como tantas veces ocurre, el Ejército israelí visite a los familiares del palestino -estaba casado y tenía dos hijos- para, sin previo aviso, derribarles su casa, también con una excavadora. El primer ministro Ehud Olmert así lo ha exigido ya.

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