En esta serie, de referencia al maltrato que tengo intención de llevar a cabo, no tenía un orden preconcebido con relación a su gravedad.  Sería una osadía por mi parte establecer comparaciones entre las clases de sufrimiento, sobre todo al enjuiciarlas desde fuera. Para cada uno, lo suyo es lo peor. Pero dado que hoy se ¿??celebra??  el día de  África  (¡qué difícil unir la palabra ??celebración?  a la de ??África?…!), quiero ??sentir? sobre su maltrato.
No voy a tocar, en este tema, las parcelas que plumas  (¿debería ya generalizar escribiendo ??teclas…?) más hábiles que yo, han tratado hoy. Pero no es  la única razón la habilidad. Hay un sector del dolor africano que casi siempre se olvida: ??las espaldas secas? como llamo  a los que se quedan manteniendo viva la vida, mientras la esperanza se aleja escondida en la noche de los cayucos. Y como mi voz quisiera ser  la del ??los sin voz?, voy a hablar por ellos.
 
Existe un sentir allá abajo, y en todas partes donde el hambre es la única que come. Que retuerce la pena, que late, para no dejarla respirar. Es gente ( y no quiero hablar solo de mujeres, porque entre ellas también hay ancianos y hombres que por distintas circunstancias deben quedarse a esperar) que primero  colabora en la partida como si la vida le fuera en ello, sea o no sea pariente suyo el que se va, con el mismo entusiasmo que aquí prepararía una novia su boda. Después, viene el día a día de ??la noche- noche?, donde solo resta aguantar hasta no se sabe cuando. Quizá, nunca…

Hablo, con conocimiento de causa de los campamentos saharauis, a los que he conocido en vivo y en directo. Pero también de todo África y de Argentina, de Ecuador, de Bolivia, etc., Hablo de esa humanidad maltratada por quienes hemos recibido sin méritos, en el sorteo de la suerte en la vida, ese premio que cuanto menos es ??pedrea? y del que solemos quejarnos tanto.  ¿Estamos imbéciles, o qué…?

En este día, del que me avergüenzo (además de imbéciles, caraduras), abrazo con la laxitud de la inoperancia, a Suelika,  Salama, Rahiya, Sada, Kalat de Tinduf. A Luis, Carola, Liz, Hector… A esos valientes que, desde allí, siguen regalándome su amistad sin merecerla.

A todos  ellos les digo: ?? Perdonad que vivimos?, a pesar de que no tenemos perdón.

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