España tiene una asignatura pendiente con la protección de la salud mental. Solo hay seis psicólogos por cada 100.000 habitantes, frente a los 18 por cada 100.000 de media en la Unión Europea. Lo que dificulta la atención de pacientes, más aún si no cuentan con grandes recursos económicos. Porque, ir al psicólogo en España supone hasta nueve meses de espera en la sanidad pública y 75 euros por sesión en la privada, según la investigación realizada por Civio. A esto se suma que más de dos millones de españoles toman ansiolíticos a diario y en torno a 10 personas se suicidan al día y otras 200 lo intentan.

Estas son las cifras que dio el diputado Iñigo Errejón en el Congreso de los Diputados para pedir al Gobierno un mayor compromiso con la protección de la salud mental que, con la pandemia, ha dejado en situación de vulnerabilidad a muchas personas. Durante su intervención se oyó un «vete al médico» por parte del diputado del PP Carmelo Romero, lo que desató un gran revuelo tanto dentro como fuera de la Cámara.

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Una situación que se ha visto agravada por la crisis provocada por la pandemia. Según los datos de la encuesta del CIS, un 41,9% ha tenido problemas de sueño y más de la mitad afirma sentirse «cansado o con pocas energías».

Las consecuencias mentales de la pandemia han afectado especialmente a los jóvenes. Según un estudio de la Universidad Complutense a los jóvenes de entre 18 y 39 años les pasó factura el confinamiento, con un menor auto-cuidado emocional y más ansiedad, depresión y sentimientos de soledad incluso que las personas mayores de 60, objeto de mayores contagios y muertes por covid-19. Los más jóvenes son los que presentaron más ansiedad, depresión y síntomas somáticos, así como un mayor sentimiento de soledad y falta de compañía. Por el contrario, los mayores de 60 se mostraron más tranquilos y reconocen controlar mejor sus emociones, aunque refieren un mayor sentimiento de discriminación ante la enfermedad que los jóvenes.

El 70% de las personas que participaron en dicho estudio reconocieron sentimientos como nerviosismo y angustia. Y, más de la mitad afirmaba ser incapaz de dejar de preocuparse y controlar sus inquietudes. Los principales factores de riesgos detectados fueron: ser joven (entre 18 y 39 años); estar solteros y sin pareja ni empleo; tener trastornos psicológicos o enfermedades pulmonares o cardiovasculares previas, así como convivir con personas diagnosticas o manifestar síntomas.

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