Una reflexión al hilo de mi especialidad, que se está poniendo de moda, la sanidad. Tendemos a creer que hacer más hospitales, o disponer de más medios o más dinero, mejorará el servicio y disminuirá las listas de espera. Craso error. La enfermedad y los enfermos no existen. Son un invento patrimonio de los médicos. Por tanto a más medios, más masificación, más negocio, peor servicio.

Aclaro, para que no nos llevemos las manos a la cabeza, que las personas sí tenemos dolores, molestias, y achaques; pero en estricto senso (que es el único senso sensato) la condición de existencia de la enfermedad es el diagnóstico médico, que luego, permite tratarla bajo la cobertura de nuestro sistema sanitario.

Uno de los cambios interesantes del nuevo contexto social occidental (el oriental no lo conozco, así que quizás pase lo mismo que aquí) es la desaparición de la «autoridad moral» como bien privativo de nadie. En esto coincido con Bendicto XVI. En cambio, yo le doy un sentido positivo; dado que yo no tengo que justificar la Fe en los legítimos representantes de Dios, veanse: la Iglesia, la Realeza, la Alta Burguesía, el Real Madrid y el Barcelona, el Capital, Cáritas y la Clase Médica, por poner varios ejemplos. 

Es un avance democrático, que sumado a la sociedad de la información, puede traernos una nueva era más solidaria, de desarrollo y de grandes oportunidades.

El médico, al padecer también esta pérdida de la «autoridad moral privativa», lo que ahora tiene que hacer es ganarsela cada día, cada minuto, con cada uno de sus pacientes, como fuente fundamental del éxito de sus esfuerzos.

Ahora bien, para lograrlo con las condiciones sociales actuales hay que ser al tiempo un genio social y científico para lograrlo, francamente (y siempre hay quién lo logra, y también en otras profesiones como la Política, el Periodismo, o el Sacerdocio… en definitiva esta reflexión vale para todos).

En contraposición a Benedicto XVI y tantos otros, que aún siguen sin comprender la maravilla de la libertad y dignidad humana más allá de las Instituciones que pretenden su custodia privativa; yo me dedicaré a ayudar a las organizaciones sanitarias a respetar la autonomía de los pacientes y la impecabilidad de las promesas profesionales que los médicos les hacemos. 

Con ello estoy convencido de que podremos hacer valer y ganarnos, minuto a minuto, la autoridad moral sobre ellos. Aún sin aspirar nunca a tenerla. Por que nos la darán no como un acto de Fe, si no como una cesión de agradecimiento. De esta manera sí controlaremos la demanda, devolveremos la dignidad a los profesionales y daremos el mejor servicio.

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