El joven estudiante español que lideró los cánticos machistas que han dado la vuelta al mundo podría terminar siendo un símbolo e influencer para una parte de la sociedad porque existe un marco estructural y cultural que hace verosímil esta posibilidad. Es lo que sostiene un artículo de The Conversation que analiza cómo la cultura machista y el sistema de clases son dos de los elementos que confluyen en el episodio del colegio mayor Elias Ahuja.



Captura del vídeo que desató la polémica relacionada con los colegiales del Elías Ahúja, colegio mayor ubicado en Madrid.
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Stribor Kuric Kardelis, Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud

Hagamos un ejercicio de ficción social: empieza el curso y un joven sabe que este año toca organizar fiestas en su colegio mayor junto con sus amigos. Uno de los primeros eventos tiene que ver con el “pique” que hay ente su centro, masculino, y el de enfrente, femenino. Todos los años, ambos colegios se vacilan a principio del curso como carta de presentación para quienes entran nuevos y nuevas. Saben que se van a conocer durante el próximo año en clases, eventos y fiestas y es una buena forma de romper el hielo, se ha hecho siempre. Y alguien lo graba en vídeo.

La broma sale muy bien, están contentos y se van de fiesta. A la mañana siguiente, uno de los amigos se da cuenta de la repercusión que está teniendo el vídeo. Al principio el joven piensa que hacerse famoso le puede venir bien, pero enseguida se da cuenta de que la gran mayoría les está criticando y a él es a quien más se ve. Habla con sus amigos, están todos preocupados. Habla con sus padres y les explica lo ocurrido. Le regañan, pero entienden que se ha hecho siempre.

Le llama el director del colegio mayor y le anuncia que han decidido expulsarle. Sus planes para todo el año se han torcido y vuelve a hablar con sus padres para que le empiecen a buscar otro alojamiento. Está preocupado y triste. Sus amigos le apoyan y sus amigas en el colegio mayor de enfrente también, saben que era una broma.

Empieza a ver vídeos de personas que le defienden. Se enfada, no entiende que la gente tenga la piel tan fina. No entiende por qué solo le castigan a él. Pasan unas semanas y sus padres le han alquilado un piso cerca de la universidad. Sus amigos y sus amigas van a las fiestas que organiza. Hay personas que le siguen criticando, pero también se ha convertido en un defensor de la libertad de expresión. Varios medios de comunicación justifican sus actos. Se considera una víctima de la cultura de la cancelación y del feminismo que persigue a los hombres, pero está contento y tiene un plan. Se hace influencer.

No sabemos hasta qué punto este relato se ajusta a lo que ocurrió en el colegio mayor Elías Ahúja de Madrid hace unas semanas ni su credibilidad como texto premonitorio, pero la literatura nos indica su verosimilitud.

Existen muchos elementos estructurales incorporados y encarnados por el joven universitario que protagonizó junto a sus compañeros lo ocurrido en el colegio mayor. Estos elementos conforman el marco de sentido en el que se produjeron los cánticos y es en esa estructura donde hay que poner el foco.

Aquí profundizaremos en dos elementos: la cultura machista y el sistema de clases.

Cultura, no comportamiento

En primer lugar, como afirma el profesor y médico Miguel Lorente, “el machismo es cultura, no es comportamiento”. Para entender esta afirmación es importante entender también que el principal problema no es el hecho en sí, sino nuestra socialización en un sistema de orden social patriarcal. El sistema forma parte de una cultura en la que se normalizan y naturalizan determinadas conductas y discursos que de forma más o menos consciente perpetúan una posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres.

Se trata de una cultura que impone mandatos de género masculinos basados en la permanente necesidad de demostrar la propia virilidad ante los demás, puesto que la identidad de género se construye en gran parte buscando la reafirmación del grupo de iguales.

Para muchos jóvenes, algunos aspectos de la masculinidad hegemónica tradicional (como es la sexualidad siempre activa y heterocéntrica o la agresividad que se observan en el vídeo) se convierten en un punto de anclaje en un contexto de incertidumbre en el que el valor de la igualdad está cada vez más extendido gracias a la lucha de los movimientos feministas.

La masculinidad tradicional

Los hombres están perdiendo cada vez más privilegios que para una parte significativa son derechos y esto genera respuestas que exaltan la masculinidad tradicional.

En segundo lugar, es fundamental tener en cuenta el impacto del sistema de clases. Para empezar, cuando pensamos en conciencia de clase, la imagen que se nos presenta es la figura del obrero colectivo o el proletariado que debe unirse para luchar por sus derechos. No obstante, en este tipo de actuaciones se vuelve evidente la cohesión identitaria y la distinción, en términos bourdianos, sentida en las clases altas.

La solidaridad desplegada por integrantes del colegio mayor femenino Santa Mónica, situado frente al Elías Ahúja, podría ser reflejo de esta cohesión. La conciencia de clase alta no solo actúa como aglutinador, sino como aislante de otras capas sociales y es en comunidades cerradas donde más se refuerzan los discursos de odio.

Al mismo tiempo, ciertos mandatos de género de la masculinidad hegemónica tradicional representados por el ideal del hombre fuerte y proveedor encajan con posiciones de poder asociadas a las clases más altas y esto facilita la normalización y naturalización del privilegio masculino.

Por otro lado, una posición privilegiada en la estructura social supone un mayor grado de impunidad ante el incumplimiento de normas sociales. Las críticas recibidas a la institución y a los estudiantes y la expulsión del colegio mayor del estudiante que inició los cánticos son consecuencia directa de sus actos. No obstante, no dejan de ser sanciones sociales relativamente blandas en comparación a las que habrían experimentado colectivos más vulnerables si hubiesen tenido comportamientos similares. El privilegio de clase supone un refuerzo moral y jerárquico a comportamientos que de otro modo tendrían un mayor grado de reprobación por incumplir la norma social.

El Elías Ahúja se ha convertido en síntoma para hablar de un problema estructural y cultural. El último Barómetro de Género 2021 del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de FAD muestra que, aunque las mujeres han avanzado decididamente en la búsqueda de la igualdad (67,1 % se declaran feministas, 21 puntos porcentuales más que cuatro años atrás), entre los varones se conservan más las posturas tradicionales, acentuadas en los últimos dos años (solo un 32,8 % se considera feminista, 5 puntos porcentuales menos que en 2019).

Actitudes de los hombres frente a la violencia de género

Esta tendencia en los hombres se vuelve todavía más preocupante al analizar las actitudes frente a la violencia de género. Entre 2017 y 2021, se ha reducido en 3,8 puntos porcentuales la percepción de que es un problema social grave situándose en un 50,4 %.

Además, prácticamente se ha duplicado la proporción de hombres que defiende que la violencia de género no existe, que es un invento ideológico (20 %) y también se ha incrementado entre 3 y 4 puntos porcentuales el grado de acuerdo con que la violencia de género es inevitable, que es habitual y que, si es de poca intensidad, no supone un problema (superando en los tres casos al 15 %).

Resulta evidente que este no es un problema estrictamente juvenil, afecta a toda la sociedad y las principales víctimas son las mujeres, pero es en las edades más tempranas cuando se troquelan muchas de las convicciones, percepciones y actitudes que constituyen la base de lo que potencialmente se va a traducir en situaciones de discriminación y violencia.

Por eso resulta imprescindible analizar no solo los episodios de expresión de la violencia, sino la construcción y pervivencia de los estereotipos identitarios y mandatos de género que la componen.The Conversation

Stribor Kuric Kardelis, Técnico de Investigación Social especializado en trabajo, cultura y juventud, Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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