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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

A veces la política no consiste en resolver problemas, sino en gestionar fricciones. Porque a menudo, aunque suene extraño, la política afronta materias que no tienen solución, cuya única dirección posible es la del Statu quo.

En las relaciones con Marruecos sobre Ceuta y Melilla sucede eso. Es un asunto que ha estado desde largo y que seguirá durante muchos años en la agenda de fricciones de ambos países.

La sociedad debe huir como de la peste de aquellos políticos que anhelan el uso de la gasolina para resolver conflictos de esta naturaleza porque suelen ser los que nos conducen a oscuros callejones sin salida. Hace falta mucha mano izquierda para que una fricción no se convierta en un problema grave. Así es el mundo hoy.

Pero hay algo particular que nos debe preocupar de lo que ha sucedido en la frontera. El Boicot no nace por una reivindicación soberanista sobre Ceuta y Melilla, como sostienen los propagandistas, sino por recurrentes denuncias (algunas datan del 2007) sobre el trato que da la policía a quienes intentan cruzarla: abuso de autoridad, policías inexpertos, – algunos ni siquiera hablan marroquí, según las denuncias de los activistas-, etc…

Sugerir, como estaban haciendo los tertulianos patrios que, porque la policía de Marruecos  es poco democrática, los inmigrantes no tienen legitimidad para denunciar el trato de nuestra policía es una puerilidad.

Precisamente porque el nuestro es un país que presume de ser democrático y desarrollado, la policía debe actuar como si lo fuera.

Obviamente, que el boicot de la frontera haya surgido de un asunto de derechos humanos, no significa, sin embargo, que no pueda escorarse en una mala deriva. Caldo de cultivo hay: reivindicaciones históricas, una visión sexista de la autoridad -como la ha habido hasta hace dos dias en nuestro país-, y el peligro de que algún agitador encuentre en nuestra convulsa política, una oportunidad para echar gasolina sobre asuntos pendientes.

Pero a ese guiso hay que añadir que en nuestro país tampoco faltan  gestos de mezquindad, como los que está protagonizando el PP, para terminar de avivar la hoguera de las vanidades.

Como ni de unos ni de otros podemos esperar sensatez, porque participan de realidades ilusorias paralelas, los cidadanos de ambos países deberíamos exigir a nuestros gobiernos que la tengan y que mantengan lejos de las brasas a los agitadores que aspiran de los bidones.

En lo que a nosotros respecta sí, las denuncias de abusos policiales deben ser investigadas inmediatamente, allí y en otros lugares donde existe relación con la inmigración. Porque uno no debe parecer democrático, debe serlo. Y no hay que ser muy listo para darse cuenta de que algo huele a podrido desde hace tiempo:

«Amnistía Internacional mantiene motivos de preocupación con relación a cómo se ha abordado la llegada de inmigrantes, en especial a la frontera sur española. En ocasiones ha habido uso desproporcionado de la fuerza y malos tratos por parte de las fuerzas de seguridad contra las personas que intentaban saltar las vallas en Ceuta y Melilla»

[Esta entrada la he publicado también en escolar.net]

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