[Fernando Berlín] La primera tarde que pasé allí estaba dispuesto a hablar con todo el mundo que apareciese a mi paso. Por eso creo que me sucedieron cosas tan insólitas, increibles si las escuchas.

Conocí a una muchacha en un bar de striptease que me explicó que trabajaba de oficinista en EEUU ¿?. Decía tener treinta y nueve años – aparentaba apenas 20- y dos hijos que no conocen su dedicación oculta. Lo contaba con absoluta naturalidad y señalaba que aquella era la mejor manera de conseguir dinero rápido para comprar vestidos llamativos, lo que, por lo visto, allí, tiene mucha importancia.

Conocí también a Penny Whistle que se ofreció a servirme de guía, y ayudarme un poco con la gente durante el tiempo que estuviera por allí. La conocí en el monumento Apollo. Cuando supo que era periodista en busca de una historia me presentó a dos amigos suyos, una inglesa llamada Keera y su amigo Marc, sonriente, educado y silencioso.
Keera tiene cuarenta años y es lesbiana y, aunque tiene pareja, me confesó que pasando tanto tiempo allí había conocido ya alguna amante. Nunca se lo había contado a su pareja. Pero es que Keera conoce a mucha gente. Ella es la propietaria de un enorme y paradisíaco complejo en forma de isla, que incluye un palacete, una auténtica catarata, una zona de baño «sensual» y un precioso lugar «secreto» de meditación, todo lleno de miles de rincones para el relax. Mis gestos debían ser un poema porque se dieron cuenta inmediatamente de que estaba absolutamente fascinado por aquel lugar. Keera lo alquila a parejas que quieren pasar unas horas en un espacio idílico. Y pagan bien, ¡con dinero efectivo!
Por lo visto, como aquí coincide gente de diferentes lugares del mundo, algunos llegan incluso a casarse y que mejor lugar para celebrarlo, durante unas horas, que el espacio de Keera.

Keera demostró ser una excelente anfitriona. Inmediatamente me enseñó que tenía que aparcar los prejuicios si quería experimentar de verdad. Cerca del estanque, sin titubear, sin un sólo ápice de vergüenza, y a los pocos minutos de habernos conocido me preguntó ¿es romántico?. -Claro, -contesté yo. Se acercó y me plantó un beso de diez minutos que terminó dulcemente con la cabeza apoyada en mi hombro. -Si quieres luego vamos a la chimenea a practicar sexo, -me dijo. -Es igual, -sonreí tímidamente- creo que ya tengo bastante después de nueve horas conectado.

Secondlife es un mundo fascinante. Aparentemente es un videojuego, pero no tiene nada que ver. Es un lugar donde pasean personas de todo el planeta, se relacionan con apariencia física, e incluso realizan pagos y transacciones económicas -como los del alquiler de Keera- con dinero real. Es un espacio donde ciudadanos del planeta aparcan sus prejuicios y se transforman..

Algún día contaré la visita que hice con Penny a la isla Gorean, donde los hombres luchan contra las mujeres para hacerse esclavos. Esto es Matrix.

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