El prestigioso mensual francés publica un texto Brian Currin, el abogado y mediador internacional sobre la situación en Euskadi. Se titula «Elegir la paz en el País Vasco» y considera que en Madrid hay «miedo a una democracia global en el País Vasco en la que participaría el conjunto de los nacionalistas favorables a la autodeterminación». Pero defiende que la legalización de la izquierda abertzale y su resultado el 22M hacen que ETA «no tiene otra elección que seguir a Sortu».

Rueda de prensa de Sortu
(Foto: Flickr/Dehoyossuarez)

Le Monde Diplomatique empieza explicando que «prohibida su participación hasta la víspera de las elecciones municipales españolas del 22 de mayo, la izquierda nacionalista finalmente obtuvo el 25,5% de los votos en las tres provincias vascas. Una victoria a la que no es ajena el compromiso de los mediadores del Grupo Internacional de Contacto».

El texto sostiene que «no se trata de una cuestión política: ésta es la postura oficial del gobierno español sobre el conflicto vasco. Madrid presenta a ETA como una ??banda criminal y terrorista?? e imprime la etiqueta de esta organización a toda la izquierda abertzale que explícitamente no la ha condenado, incluidos a los que nunca han cometido actos violentos ni han exaltado el recurso a la violencia. Sin duda, hay que hacer una distinción entre cuestión política y violencia».

«Es el compromiso de todos los partidos políticos presentes en el País Vasco en las negociaciones que pretenden llegar a encontrar una solución democrática negociada el que seguramente llevará a ETA a renunciar a sus acciones. Los miembros del Grupo Internacional de Contacto para el País Vasco representan nuevos interlocutores en esta confrontación. Imparciales no tienen otro objetivo que no sea la paz y la normalización política» aseguran.

«En estas condiciones, la hostilidad de su participación en el proceso suscita sorpresa entre numerosos constitucionalistas españoles. La única explicación posible es el miedo a una democracia global en el País Vasco en la que participaría el conjunto de los nacionalistas favorables a la autodeterminación. Uno de los desafíos para el GIC: disipar estos temores.

«El alto el fuego actual de ETA es una respuesta a la invitación contenida en la declaración de Bruselas, firmada en marzo de 2010. La derecha política piensa que se trata de una iniciativa de ETA, deseosa de reagruparse y de consolidarse frente a una derrota política y militar inminente. Otro punto de vista, menos cínico, considera que la izquierda abertzale empezaría a tomar consciencia de que, sin participación legal y transparente en un proceso de paz y con estructuras democráticas, su proyecto político de autodeterminación no tiene ninguna posibilidad de concretizarse».

??La dirección de Batasuna ha comprendido perfectamente lo que había de bueno y de racional en la elección de la legalización. El movimiento hacia un nuevo partido político respetando las condiciones ha sido progresivo. Exigía una estrategia prudente para construir sólidos cimientos, el apoyo de los partidos políticos del País Vasco y un apoyo internacional. La organización clandestina no tiene otra elección que seguir a Sortu. Tiene que saber que sus propios simpatizantes se han expresado a favor de su nuevo proyecto político. Ha visto cómo Sortu se imponía y realizaba alianzas con otros partidos nacionalistas que hasta ese momento habían rechazado a Batasuna.

«El alto el fuego que anunció es unilateral y responde al llamamiento de hombres y mujeres de paz de envergadura internacional: no está condicionado ni negociado con el gobierno español. Acepta ser controlado por la comunidad internacional y para concluir, sabe que, si lo rompe, será condenada por Sortu. También sabe que un alto el fuego verificable se traducirá a fin de cuentas en un desarme. El gobierno español acepta reconocer que efectivamente existe un conflicto político distinto a la violencia etarra, que pide ser resuelto mediante negociaciones globales a escala regional y, en última instancia, a escala internacional?.

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