No sólo en las calles española se ha instalado el debate sobre si España debe, aprovechando la abdicación del Rey Juan Carlos, manener la monarquía parlamentaria o transformarse en una república. Numerosos medios internacionales también se están pronunciando desde sus editoriales o a través de destacados columnistas. Eso si no hay unanimidad. Muchos defienden abiertamente que es el momento de que España abra el debate y consulte al pueblo sobre abolir la monarquía, mientras otros creen que lo mejor para el país es seguir con el modelo de estado actual. Recopilamos aqui los textos con argumentos más interesantes en ambos bandos.

A FAVOR DEL REFERÉNDUM SOBRE MONARQUÍA O REPÚBLICA

Frankfurter Rundschau y Berliner Zeitung creen que los españoles quieren un jefe de Estado que pueda ofrecer más que ser el hijo de un rey arruinado. El editorial conjunto para ambos medios de Martin Dahms apunta: «El entusiasmo por la Casa Real española es menos unánime que lo que hacen pensar los periódicos. Juan Carlos fue un buen rey cuando España necesitaba un buen rey. Pero entre los monárquicos españoles existen la tendencia a adjudicar todos los logros de la democracia a Juan Carlos, como si España se hubiese hundido en el caos sin el rey. Optó por el único camino posible para España y para su propia supervivencia como monarca. Hay que agradecérselo. Pero no significa que haya que arrodillarse ante él.

 

Juan Carlos les allanó a los españoles el camino a la democracia, pero no ha sabido entender lo que significa ser rey en una democracia. La monarquía es una anomalía democrática. Tiene que probar todos los días su derecho de existencia; tiene que llenar de vida su función como símbolo de un Estado. Juan Carlos ya no representaba a esta España, a éste país sacudido por las dudas. Por eso han salido a la calle muchos españoles. Durante décadas han aceptado a un monarca cuyos méritos solo pocos ponen en duda. Pero hoy ya no quieren más: quieren políticos que comprendan sus preocupaciones y quieren un jefe de Estado que pueda ofrecer más que ser el hijo de un rey arruinado.»

Washington Post se plantea si tras abdicar Juan Carlos, Europa puede permitirse las monarquías. El texto de Ishaan Tharoor dice: «La docena de monarquías que sobreviven en Europa son en su mayoría, instituciones rancias y sin dientes. Esquían y montan bodas chillonas pero ya no son potentados con cetro. una nueva generación de príncipes y princesas en todo el continente se han esforzado en mostrarse como ciudadanos frugales y ordinarias. Pero esto revela una extraña tensión: Si la familia real es como todo el mundo, ¿por qué tienen que existir?

 

Los ciudadanos normales no son bendecidos con el derecho divino de la realeza. No viven del gasto público. Es la función de los monarcas ser anacronismos vivientes. Pero, ¿puede Europa permitirselo? El desafío existencial de la realeza de Europa parece más grave en España. No sólo la institución de la monarquía está envuelta en polémica, sino que su capacidad para ser una fuerza para la unidad nacional también está en duda.»

Die Tageszeitung defiende que los españoles piden y tienen derecho a elegir libremente a su jefe de Estado. El editorial de Reiner Wandler señala: «»Llos dos grandes partidos, que juntos suman dos terceras partes del Parlamento, pueden impedir cualquier reforma constitucional. Pero no cuentan con el respaldo de la mayoría de la población: en las encuestas, menos de la mitad de los españoles apoyan la monarquía. Un referéndum como el que exigían decenas de miles de españoles en toda España pocas horas después del anuncio de Juan Carlos, podría significar un final rápido de la monarquía. Por eso el gobierno y la oposición no quieren saber nada. No es una exigencia radical la que se plantea. Se trata de derecho democráticos fundamentales. Muchos españoles quieren reformas profundas, en dirección hacia una mayor participación ciudadana. El deseo de elegir libremente al jefe de Estado es una consecuencia lógica.»

The Independent plantea que los españoles no tienen porqué estar agradecidos indefinidamente. El comentario de Sean O´Grady dice: «Incluso en las sociedades aparentemente más conservadoras, una monarquía sólo puede sobrevivir con el consentimiento de la gente. Si pierdes eso, te puedes sentir afortunado de que no pierdas la cabeza, además del trono. La intervención de Juan Carlos en el intento de golpe de Estado de 1981 fue decisivo. El rey reflejó los deseos de la gente y actuó correctamente. Comparen esto con tiempos recientes, cuando ha perdido su encanto totalmente; matando elefantes mientras España está en recesión, además de las acusaciones de corrupción a su hija. Y no lo ha gestionado bien. Estos hechos sería triviales comparados con evitar que España volviera a una dictadura falangista; pero la opinión pública no tiene por qué ser racional o consistente, ni tiene por qué estar agradecida indefinidamente.»

Diario de Noticias cree que Juan Carlos fue bueno, la monarquía es mala y además legitima que el poder se traspase en dinastías familiares incluso en la empresa. El artículo de Pedro Tadeu dice: «Hoy es un día para multiplicar los elogios al Rey Juan Carlos de España. Pero el reconocimiento de las cualidades políticas de este hombre, no me hace olvidar lo injusto que es un mundo donde la sucesión del poder puede ser asegurada por lazos de consanguinidad. Si los españoles, los ingleses y todos los pueblos que tienen monarquías constitucionales están felices con ellas ¿Por qué motivo tendremos que criticarlos? Recuerdo una razón : su existencia afecta también a otros pueblos al legitimar, al hacer aceptable que el poder político o económico pueda ser transmitido de generación en generación por dinastías familiares y no por el mérito individual o por decisión colectiva.

 

Hasta en las empresas gigantescas se constata que la gestión va pasando dinásticamente de padres a hijos.Estamos volviendo a un tiempo en el que tendencialmente la cima de la economía está controlada por las dinastías familiares. Esta es una buena razón para considerar la existencia de las monarquías nociva para la civilización: por su nefasto ejemplo moral y político de transmisión del poder. Las cualidades personales de los reyes y reinas no son, desde este punto de vista, relevantes.»

La Jornada destaca que la abdicación no ha calmado las aguas sino abierto la hasta ahora impensable perspectiva de un refeéndum. Su editorial asegura: » Lo que ni el dimitente Borbón ni las elites político empresariales previeron es que la noticia de la abdicación, lejos de calmar las aguas, diera paso a una súbita oleada de entusiasmo republicano que en menos de 12 horas llenó de pendones morados las plazas y calles de España y estremeció al país con la exigencia democrática de que se someta a referendo la permanencia o la abolición de la corona.

 

Si pretendía ser una medida de control de daños, la abdicación ha resultado un tiro por la culata, ha acelerado en cuestión de horas la decadencia institucional de la monarquía parlamentaria y ha abierto, sin proponérselo, una perspectiva que hasta hace dos días resultaba impensable: la de que la sociedad española vaya a las urnas para decidir si quiere monarquía o si, por el contrario, prefiere transitar a la república.»

 

A FAVOR DE QUE ESPAÑA MANTENGA LA MONARQUÍA

New York Times habla de monarquías más útiles de lo que se piensa. El artículo de Serge Schmemann, responsable de opinión del INYT apunta: «La decisión del rey Juan Carlos de abdicar a favor de su hijo revive inevitablemente la cuestión de por qué reinan aún tantos monarcas en Europa. Parece increíble que sobrevivan aún doce monarquías. Las cabezas de Estado reales representan la historia y continuidad nacional. Los jefes de Estado republicanos, sean los poderosos desde el punto de vista político, como el estadounidense o el francés, o ceremoniales, como el alemán, se envuelven en algo de tradición y pompa, pero no puede elevarse sobre la política como los monarcas. Y incluso cuando las monarquías generan escándalos de proporciones reales –piensen en la princesa Diana-, los políticos tienden a tener peores puntaciones en los sondeos de popularidad.

 

Dejando de lado sus recientes problemas, Juan Carlos ha hecho una importante contribución a su país y sólo cabe esperar que Felipe esté a la altura de su legado. Aunque una nación como Estados Unidos nacida de una rebelión contra la monarquía no puede compartir por completo la emoción de los monárquicos devotos, seguramente podrá apreciar el poder de los símbolos unificadores.»

La Repubblica señala que España necesita estabilidad y que la peticiones de republicanas han sido más un «rito inevitable» que la expresión de un «trauma popular». Pese al nombre del diario, desde su portada, el artículo de Bernardo Valli sostiene: «El final de un reinado no comporta el final de la monarquía. El primero es un episodio, el segundo un viraje institucional, en el pasado histórico una revolución. El lunes, en la manifestación de la Puerta del Sol, podías darte cuenta de que la abdicación de Juan Carlos ha provocado un sobresalto, muchas emociones contrastantes, pero no arriesgados traumas populares. Más que una protesta, las manifestaciones antimonárquicas han sido un rito inevitable. La hipótesis de un cambio institucional, hoy, encendería sólo fuertes contrastes. El país, en cambio, necesita estabilidad para salir de la crisis. Y atenuar las reivindicaciones secesionistas de algunas regiones, con Cataluña en cabeza.»

Die Tageszeitung cree que más vale reyes que matan elefantes a presidentes que no tienen ni idea. Aunque es un diario de izquierdas y en otros editoriales defiende el referéndum, un texto de Arno Frank afirma: «La monarquía española se alimentó de los laureles de 1981; ahora ya no sirven ni para una infusión. Pero está claro que no fue la monarquía la que sumió a España en la crisis, sino la avaricia habitual y el mercado desenfrenado. Que nadie se apresure pues a acabar con una tradición de siglos por un mal momento. Los españoles pueden ver las tristes alternativas a un rey en los Estados de Europa antes orgullosos y ahora descoronados. Los monarcas electos son elevados al cargo por proporcionalidad de política de partidos, no por la gracia de Dios. El Príncipe Felipe se merece una oportunidad. Puede que continúe con lo que su padre inició cuando introdujo la democracia – y puede que por fin haya un anarco-sindicalismo monárquico en España.»

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