El atentado en el que han muerto dos soldados españoles ha reavivado el debate sobre la presencia de nuestras tropas en Afganistán y lo que está sucediendo realmente en este conflicto. En la blogosfera la mayoría de los analisis coinciden en que la situación está peor de lo que admite el Gobierno, pero más que discutir sobre el número de soldados desplegados, se considera que urge revisar la estrategia. También se pide más transparencia informativa y que España defina su posición.

Foto del funeral por los dos soldados
(Foto: Ministerio de Defensa)

David Beriain en su blog En pie de guerra ha revelado algo de la historia del hombre que ordenó el ataque contra los militares españoles: «Para entender de verdad la historia de lo que ocurrió el domingo en el distrito de Shindand hay que retroceder en el tiempo esos cuatro años y revisar la cadena de errores, masacres, engaños y dinero que aupó a Nangjalay hasta el puesto que hoy ocupa en los talibanes y que hizo que Shindand cayera en manos de los hombres del mulá Omar. […] El domingo, los españoles volvieron a quedar atrapados en el fuego cruzado de una historia de venganzas y errores que sólo es suya en una parte muy pequeña. Los talibanes creyeron que eran norteamericanos. Haji Nasrullah se equivocaba. No supieron diferenciar. O les dio igual.»

Hernan Zin en Viaje a la Guerra ya había denunciado que el contingente español en Afganistán se había convertido en objetivo prioritario y que la prioridad ya no era la reconstrucción, sino la seguridad: «el aumento de la violencia de estos dos últimos años había hecho retroceder a las fuerzas españolas, limitando cada día más su capacidad de acción a la mera vecindad de las bases, restringiendo su habilidad de responder a los pedidos de auxilio de los pueblos aledaños ante el avance de los talibanes, aumentando exponencialmente el riesgo de los soldados.» Y critica la política informativa del Ministerio de Defensa, que hace casi imposible que los periodistas españoles puedan acercarse a las tropas y por tanto no hay fuente independientes para evaluar lo que está sucediendo.

Javier Casal pide al Gobierno que reconozca lo evidente y se comprometa: «Afganistán se ha convertido en un ‘avispero’ y más allá de levantar escuelas o vacunar a niños enfermos, nuestros militares se enfrentan y deben estar preparados para lo peor; para una situación de guerra. Si es necesario enviar más efectivos para garantizar la seguridad quizá haya que ordenarlo, aunque sea impopular y doloroso. […] Si Barack Obama nos pide más tropas, tengamos una respuesta preparada para el dia que se produzca esa llamada. Sería bueno que Zapatero se fijara una postura y que no cambie de impresión cuando el nuevo inquilino de la Casa Blanca llame a nuestra puerta solicitando refuerzos.»

Iñigo Saenz de Ugarte ironiza sobre lo que llama el «Diccionario de Afganistán» y los «esfuerzos» de la ministra Chacón para no pronunciar la palabra guerra bajo ningun concepto. De forma más seria considera que «aunque la noticia cause consternación en España, sólo es una más de las muchas que se han producido en este año en Afganistán. Cuando no hay una estrategia definida para ganar una guerra y los aliados locales están en una posición de manifiesta debilidad, sólo queda dejar pasar el tiempo y acumular bajas.

Desde Atina Chile, reflexionan sobre si Afganistán e Irak son un infierno para Occidente y se hacen eco de una entrevista con Gérard Chaliand: «La coalición pierde dos centenares de hombres y eso ya es un problema; pues tenemos una natalidad muy limitada, nadie quiere perder a su hijo único, o casi único; y se pregunta de nuevo, ¿Pueden los occidentales ganar ahora las guerras irregulares, en el estricto sentido de la palabra victoria?. Su respuesta es contundente NO. […]¿Retirar las tropas occidentales no seria un fracaso? No hay razones para luchar por la libertad de un pueblo a largo plazo, en vez de dejarlo a él que lo haga.»

Javier Perez de Albeniz en El Descodificador se muestra apenado por la muerte de los dos soldados, pero cree que es menos lamentable que los crimenes de guerra que cometen nuestros aliados de EEUU en ese conflicto: «No hay imágenes de las calles, pueblos y habitantes de Afganistán, el país en el que nuestros militares escriben los últimos renglones de la operación «Libertad Duradera», iniciada por Bush en 2001 para capturar a Bin Laden y, de paso, no perder de vista el petróleo de la región. En Afganistán viven 32 millones de personas, la mayoría soberanamente pobres: dos tercios de la población vive con menos de dos euros al día. ¿Saben ustedes cuanto costaba el blindado medio BMR que explotó el sábado? Pues entre 700.000 y un millón de dólares.»

ACTUALIZACI?N:

Felix Soria, de Impulso considera que «Las tropas estadounidenses están en Afganistán por una mixtificación cuyo objetivo era justificar y satisfacer un deseo colectivo de venganza, así de simple y asqueroso, y también están por interés; exactamente por un oleoducto. Sin embargo, diga lo que diga la ministra en estos momentos, con dos cadáveres más encima de la mesa y de su conciencia, la mayoría de los ciudadanos españoles no saben realmente por qué ni para qué han sido enviados soldados a Afganistán… ¡Y ya está bien de aludir a la cantinela de que los ejércitos de cuarenta países están construyendo una sociedad estable y democrática! Todo ciudadano con dos dedos de frente sabe que esa labor -suponiendo que sea posible cambiar cientos de años de historia en un decenio- no se está acometiendo, ni se puede hacer con las armas ni con los miserables medios materiales de que se dispone en el terreno.»

 

David Martos, de Testigo para la acusación, lanza una advertencia: «Es cierto que una nueva administración demócrata en Washington nos va a facilitar las cosas en el mundo, pero no es menos cierto que el gobierno Obama será tan exigente en torno a Afganistán como lo fue el gobierno Bush en torno a Irak. El presidente electo de Estados Unidos ha dicho en numerosas ocasiones que Irak no es el centro de la batalla contra el terrorismo, que «la guerra correcta» es la que se libra en las llanuras y las montañas afganas, y que los aliados europeos deben comprometerse más con el éxito de la misión. En el juego de ajedrez de las alianzas internacionales… es el turno de Zapatero: ¿aumentar o no nuestro contingente en Afganistán?»

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