Cuando uno abre un blog tiene que escribir todos los días. Si no cumple, corre el riesgo de que al secretario general de un partido, por ejemplo Simancas, le tiemble la voz y haga pucheros en público, que dimita, que alguien recopile su trayectoria y descubra que, al fin y al cabo, era un buen hombre, trabajador persistente, igual el problema era de límite, no el que impone la pereza, si no la naturaleza política cuando no da de sí.

Si no cumples, dimite Miguel Sebastián (antes incluso que el de arriba), y su compañero de partido pide a escondidas su cabeza, para después, jaque al rey, coger el sitio. A veces es un problema de límites, otras, solo son mediocres.

Es así, si te saltas la rutina del blog, hay unas elecciones locales y un partido gana 400.000 votos en Madrid. ‘- Qué falta de respeto’, piensan algunos, ‘iban a hacer limpieza y sólo quedan los salones vacíos de quienes iban a limpiarlos’. Mientras, los 400.000 votos, que vayan buscando dueño.

Pasa también que uno va a votar y a los siete días se levanta con un escalofrío; ETA ha roto la tregua. Y despierta con un contrasentido; ¿Esto es bueno o malo?, porque bajo la alfombra de la tregua había dos muertos, extorsiones, pistolas, golpes a pie de urna… 

Ahora bien, rota la farsa terrorista, cabe la esperanza, con todas las cartas sobre la mesa, de ganar la partida, de encender una vela, o simplemente, de que las cosas sean de otra manera.
 
¿Y en cuanto a las elecciones, las promesas electorales, los ciudadanos? ¿De qué hablábamos hace apenas siete días? ‘- ¿De nada…?’, pregunta el eco.

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