De su presentación esta mañana en Madrid, podrían nacer doce o trece tesis doctorales. Podría escribirse sobre la vida, la muerte, la enfermedad, la dignidad, la felicidad. Y también sobre el humor, el viaje, el final del viaje, la literatura y otras tantas cosas. Las cosas que acompañan a Saramago.

José Saramago, premio Nobel de Literatura 1998, ha presentado hoy su última novela, «El viaje del elefante«, el libro que viene coronado con esa dedicatoria: «A Pilar que no dejó que yo muriera».

«Son miles de kilometros para llegar de Lisboa a Viena, por el capricho de un Rey, y ¿que tiene que ver el elefante con todo ello?» -se ha preguntado Saramago al hablar del argumento.

«Me di cuenta -afirma- de que eso tiene que ver con la condición humana, que tampoco sabe muy bien las razones de su camino».

El elefante existió y su viaje también, pero Saramago lo novela, lo alimenta y lo cambia para siempre: «Lo que me ha llevado a escribir este libro no es el viaje, sino el final». Porque ¿que pasa aquí después de la muerte? Mientras uno está vivo sabemos lo que pasa. Pero ¿que sucede aquí una vez que uno muere?

El viaje del elefante es un viaje épico, que nada tiene que ver el relato de su propia enfermedad, -según aclaró hoy-. Pero tiene un final y el final «no es llegar bien», sino lo que pasa después allí, cuando él se ha ido.  La indignidad que se ha practicado contra el propio animal al cortarle las patas y convertirlas en un soporte para los paragüas de las señoras en un palacio de Viena.

«el autor hace reflexionar sobre el sentido de la libertad, sobre los poderosos y los humildes, sobre los caprichos del azar. Y, desde su pesimismo, trata de demostrar que el mundo quizá no haya cambiado mucho desde el siglo XVI«, -ha dicho hoy La Nación

Quedan pocos retazos de la historia real, pero Saramago ha respetado dos. La naturaleza del viaje del elefante y una anécdota. Hay un momento en el que el elefante va cruzando las calles de Viena y una niña de cuatro años corre hacia él. La gente se asusta ante el temor de que sea aplastada. Pero no. El elefante la coge con la trompa y la levanta por el aire:

«Estoy seguro de que si eso no hubiera ocurrido, yo jamás habría podido inventar algo tan serio, porque incluso la literatura tiene sus reglas» -ha dicho esta mañana.

Saramago ha puntualizado que no hay nada de su viaje a la enfermedad en el libro. Aunque se ha mostrado esquivo cuando Pilar del Rio le ha preguntado.

Su traductora, y compañera, ha contado que en un episodio del mismo, una persona se pierde en medio de la niebla, rodeado de peligros. De pronto oye un barrito, que le guía en la niebla y le salva la vida. La traductora, -pues los traductores suelen ser los mejores lectores-, le pregunta, ¿fue el libro el barrito que contribuyó a salvarle usted la vida?

-Quizá, -contestó Saramago.

En todo caso, la enfermedad, dice el Nobel, supuso «una especie de temblor de tierra que trajo a la superficie sedimentos lingüísticos antiguos» y que lo han llevado a utilizar palabras y expresiones de otros tiempos.

¿Que se pierde uno cuando no se pierde?  le han preguntado también. Yo creo -ha contestado- que todos nos hemos perdido en alguna ocasión. Lo que hace el viaje es la conciencia que tenemos del viaje.

Saramago ha vuelto hoy con energía y con la mente lúcida. Ha vuelto con «El viaje del elefante«.

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