E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. ¿Nadie va a pronunciar una palabra en defensa del presidente del Comité Nacional Republicano Michael Steele? ¿Nadie va a adoptar su causa mientras llegan los ataques tanto desde la derecha como desde la izquierda? Una pena. ¿Tengo que hacer todo yo por aquí?

Está bien, voy a probar. Más allá del hecho de que discrepo con el presidente Mike en casi todo, y el hecho de que él ha provocado la mayoría de sus problemas sólo, y el hecho de que dejar que los fondos del partido se destinaran a un club de temática sado de Hollywood definitivamente no fue un buen gesto viniendo del titular del partido de los «valores familiares», voy a tratar de elaborar que esté recibiendo tan duras críticas. Más o menos.

El presidente Mike cometió su pecado más reciente el lunes, cuando George Stephanopoulos le preguntó en la ABC si «como afroamericano, tiene un margen de error más delgado del que tendría otro presidente».

«La respuesta honesta es sí», dijo Steele. «Simplemente. Barack Obama tiene un margen más delgado. Todos – un montón de gente lo tiene. Es un papel diferente el que tengo que interpretar y el que tienen que interpretar otros, y esa es la realidad misma».

Bueno, es obvio que la raza no es la razón de que Steele tenga problemas con los exagerados de su partido. Están indignados con él por ser un promotor tan infatigable de sí mismo, por aparentar preocuparse más de su propia carrera como escritor, conferenciante y tertuliano de la televisión que por la suerte de su partido, por gastar el dinero del partido ostentosamente en el momento en que muchos estadounidenses tienen dificultades económicas, y por administrar el dinero del partido de forma tan manirrota que 1.946,25 dólares se gastaron en Voyeur West Hollywood, un club de topless de temática sadomasoquista. No haré ninguna crítica mordaz sobre Steele prometiendo domar el partido.

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Eso es más que suficiente para que cualquier secretario de partido tenga problemas, al margen de orientación o raza. Pero si se ciñe estrictamente a lo que dijo, sin duda tiene razón.

Hemos recorrido un largo camino en este país, pero sigue siendo el caso que la primera mujer o latino o afroamericano que ocupa un puesto elevado inevitablemente es objeto de escrutinio extra. Esa es la realidad. ¿Ese mayor escrutinio se traduce en el «margen de error más estrecho», como planteó Stephanopoulos? A menudo.

Ahora bien, también es cierto que no hay margen de error lo bastante ancho para justificar las transgresiones del presidente Mike. Pero considere el contexto. ?l es el primer secretario negro de un partido que no tiene ningún congresista afroamericano y al que muchos estadounidenses negros, con razón o sin ella, consideran indiferente u hostil a sus intereses. Steele tiene que tratar con funcionarios públicos Republicanos que realizan maniobras estúpidas que perpetúan el alejamiento del partido de los afroamericanos, como la proclama del Gobernador de Virginia Bob McDonnell celebrando el «Mes de la Historia de la Confederación», sin mencionar el detallito conocido como la esclavitud. Diga lo que quiera del secretario Mike, no tiene un trabajo fácil.

Figuras Republicanas relevantes como el Gobernador de Mississippi Haley Barbour, ex secretario del partido, se rasgaron las vestiduras ante la observación sociológica de Steele como si no se le hubiera pasado por la cabeza que es negro. Tertulianos conservadores y activistas del partido fuera de sí han pedido su dimisión. Pero mientras tanto, la Convención Nacional Republicana informó de que había recaudado la friolera de 11,4 millones de dólares el mes pasado. Steele ha sido realmente un gran derrochador, pero ha demostrado ser un recaudador de fondos incansable y con talento también.

Ciertas figuras Republicanas tratan de pasar por encima del Comité de Steele constituyendo un grupo aparte, American Crossroads, que pretende recaudar 52 millones destinados a los candidatos Republicanos en todo el país. Entre los implicados hay antiguos secretarios del partido como Mike Duncan y Ed Gillespie, y Karl Rove, el zar político de George W. Bush.

No es realmente posible marginar a la maquinaria política del partido, no obstante, y a menos que sus críticos le convenzan de alguna manera de dimitir, Steele va a seguir por lo menos hasta que acabe el año. Hasta ahora, los funcionarios estatales del partido se han frotado las manos con toda la atención que Steele les ha prestado y son escépticos con los escándalos que tanto inquietan a los asiduos de Washington. Nadie va a poder ignorar al secretario, aunque sólo sea porque los regidores que llevan a los invitados de los programas de debate tienen su número memorizado en marcación rápida. ?l es el invitado perfecto: nunca se sabe lo que va a decir.

Vale, me doy cuenta de que la defensa no era muy eficaz. Lo siento, secretario Mike, lo hice lo mejor que supe. Déme un poco más de munición la próxima vez.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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