E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

Sobre Robinson

Sus columnas, ahora en radiocable.com

Otros columnistas del WP

 

   

Eugene Robinson – Washington . Si el presidente Obama ha decidido renunciar a la reforma sanitaria, deberían dar la cara y decirlo. Luego todos podemos seguir adelante con nuestras vidas – es decir, aquellos de nosotros con un seguro médico. Pero yo no veo la forma en que todo este debate acerca de alguna especie de paquete legislativo cogido con alfileres, reducido a sus «elementos fundamentales», puede inspirar a los Demócratas del Congreso a hacer otra cosa que huir en desbandada.

La victoria del Republicano Scott Brown el martes en Massachusetts, que le coloca en el escaño del Senado ocupado durante décadas por el difunto Ted Kennedy, pone a los Demócratas nerviosos. En realidad, frenéticos sería una palabra más apropiada. Hasta ahora, Obama no ha dicho nada que pudiera ayudar a calmar las aguas – o a ayudar al partido a salir del pantano que ya oficialmente recibe el sobrenombre de Desastre Sanitario. En todo caso, Obama lo está agravando.

En una entrevista ofrecida el miércoles con George Stephanopoulos en la ABC, Obama dijo lo siguiente acerca de la sanidad:» Yo aconsejaría que tratásemos de avanzar rápidamente cerrando filas en torno a los elementos del paquete con los que la gente está de acuerdo». Dijo que tenemos que impedir que las aseguradoras «se aprovechen de la gente», que hay que contener el gasto, y que tenemos que ayudar a la pequeña empresa a proporcionar cobertura a sus plantillas.

Publicidad

Todo esto está muy bien. Pero ya hay una medida sobre la mesa que hace todo esto – el proyecto aprobado la víspera de Navidad por el Senado. Ahora que los Demócratas ya no tienen una mayoría a prueba de veto, es casi inconcebible que el Senado llegue a aprobar un nuevo proyecto con todos los elementos. Y no es posible hacer la reforma a la carta.

Una cosa en la que «la gente está de acuerdo» es en la prohibición de que las aseguradoras nieguen cobertura de enfermedades anteriores a la firma de las pólizas. Pero hacerlo de forma aislada podría disparar las primas de los seguros. Para que funcione, hace falta un mandato que obligue a todos – incluyendo a millones de jóvenes y sanos – a contratar un seguro, subvencionando en la práctica a los ancianos y achacosos a los que las aseguradoras estarán obligadas por ley a asegurar. Pero si la gente de renta modesta y media es obligada a contratar un seguro de salud, hay que ofrecerles apoyo financiero porque de lo contrario no van a poder pagar.

Más adelante de la entrevista, Obama reconoció esta cadena de imperativos «interconectados» que cualquier paquete de reformas viable tendría que acomodar. ¿Y por qué simplemente no aprueba la Cámara el proyecto de ley del Senado?

«Creo que es muy importante que la Cámara muestre su determinación», dijo Obama. «Creo que, ahora mismo, se sienten obviamente inestables y había un montón de disposiciones en el proyecto de ley del Senado que no les gustaban, así que no se les puede obligar a aprobarlas».

¿La presión en toda regla del presidente habría bastado para persuadir o coaccionar a la Cámara de aprobar un proyecto de reforma que muchos en el caucus Demócrata consideran insuficientemente progresista? Parece que nunca lo sabremos. El jueves, la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi afirmaba tajante que, por ahora al menos, no puede reunir los 218 votos necesarios para aprobar el proyecto del Senado.

«Yo no voy a entrar en la estrategia legislativa», dijo Obama en la entrevista de la ABC. Ese ha sido el enfoque de la Casa Blanca todo el tiempo, y se las arregló para acercar una legislación de reforma de la atención a su aprobación final más que nunca antes. Pero cerca no basta: la reforma no llegó a puerto.

Aún.

No preste atención a los cantos de sirena de los Republicanos que dicen que les encantaría colaborar en un proyecto de reforma bipartidista. El Senador John McCain, R-Ariz., ya ha descartado la modificación del proyecto de ley actual, insistiendo en que el Senado tiene que iniciar el proceso de cero. Sigue habiendo otra vía, y el coordinador del grupo en el hemiciclo Jim Clyburn, D-S.C., la mencionó el jueves: aprobar un paquete de reformas razonable utilizando la táctica parlamentaria conocida como reconciliación presupuestaria, que sólo requeriría una mayoría simple de 51 votos para superar el trámite del Senado en lugar de la mayoría de 60.

El problema de la reconciliación presupuestaria es que exige considerables agallas por parte de los nerviosos senadores Demócratas tras el resultado de Massachusetts, a pesar de dejarles con una ventaja de 18 votos. No sé si es posible hacer acopio de esa clase de valor. Estoy seguro de que no será posible si el mensaje del Presidente Obama es: «Cualquier cosa vale».

El presidente puede renunciar y culpar a los Republicanos de tumbar el proyecto de reforma una vez más, o puede luchar con uñas y dientes en nombre de los 46 millones de estadounidenses que están sin cobertura. Pero él tiene que optar por una vía o por la otra. No puede estar en misa y repicando.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
© 2009, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com

Sección en convenio con el Washington Post

Print Friendly, PDF & Email